domingo, 20 de enero de 2013

LAS «CUEVAS DE OSUNA» Y LO QUE LA ADMINISTRACIÓN ENTIENDE POR SALVAGUARDA DE UN BIEN DE INTERÉS CULTURAL (BIC)

1. Osuna. Panorámica de la cueva sepulcral de la Vía Sacra (izquierda) en 2005, en el entorno de Las Canteras y junto a las ruinas de la ermita renacentista. © Juan A. Pachón.

Hace ya seis años desde que publicamos la monografía sobre la necrópolis rupestre de Las Cuevas de Osuna (Pachón y Ruiz Cecilia, 2006), pero cada día que pasa representa una amenaza constante sobre su supervivencia; de modo, que, de seguir así su situación, no debería extrañarnos que lo próximo que tengamos que anunciar sea su desaparición. La semana pasada, el diario Viva Sevilla publicaba una noticia al respecto (Fernández Caro, 2013), en la que se incidía sobre el lamentable estado de deterioro que sigue afectando a este monumento histórico, pese a su declaración patrimonial de BIC, que exige la máxima protección contemplada en el actual régimen jurídico de la vigentes leyes de patrimonio españolas (LPHE y LPHA) que afectan a Andalucía.
Aunque la foto inicial que abre esta entrada ofrece una imagen reciente de una de esas cuevas, esta está fuera del grupo principal que da nombre al sitio, pero también muestra el mismo estado de deterioro penoso, con parte de la estructura en peligro de colapso y el mantenimiento de menos de la mitad del volumen constructivo original (imagen 1). El hecho de que la cueva se sitúe en espacio público nos hace ser algo más optimistas respecto de su posible y más fácil recuperación, pese a que las sucesivas corporaciones municipales de Osuna hayan hecho hasta ahora oídos sordos para intervenir directamente en su conservación. No obstante, esa inacción  no difiere demasiado de otras actuaciones igualmente ineficaces en ayuntamientos con restos patrimoniales, pero en Osuna resulta más chocante por el gasto empleado en arreglar accesos en el yacimiento (Vereda de Granada), o incluso en dotar a las proximidades de la tumba aludida de un espacio de ocio (usado como botellódromo) con áreas arboladas, aunque sin dedicar –en cambio– ni un solo euro para la mínima y necesaria rehabilitación de la cueva. Pero, como decimos, seamos optimistas al menos con los bienes culturales de propiedad pública que, respecto de Las Cuevas de Osuna, lo son solo parcialmente. Lo más preocupante sigue siendo la parte de la necrópolis rupestre que continúa en manos privadas, como manifiesta el artículo de prensa de referencia (imagen 2) y las imágenes que vamos a comentar:

2. Artículo de opinión sobre la lamentable situación de Las Cuevas de Osuna. © Viva Sevilla.

En primer lugar, en el núcleo principal de Las Cuevas, el dominio privado sobre el espacio patrimonial es mayoritario, algo que venía siendo habitual desde bastante tiempo atrás. Lo importante es el cambio de uso que se le ha dado a la finca donde se sitúa esa parte de la necrópolis y que puede observarse en las imágenes de la entrada a la Cueva del Caracol (imagen 3), que ilustran ese cambio en el trascurso de tres decenios. Desde 1973, cuando el terreno se explotaba mediante una sencilla agricultura de secano y olivar que no afectaba a las construcciones rupestres, hasta 2005, cuando ya se había producido el añadido de una explotación ganadera que utilizaba esa misma cueva como aprisco permanente para el ganado, pero que ha llegado a alterar el hueco de acceso al subterráneo, por no hablar de las inmediaciones de esa entrada.

3. Osuna. Entrada a la Cueva del Caracol en 1973 (izquierda), según R. Corzo y en 2005 (derecha), según Juan A. Pachón.

La finca ha sufrido, además, cambios muy profundos que han acabado con aquel aspecto estrictamente rural y bucólico, que la caracterizaba hasta principios de la década de los setenta del siglo pasado. Pese a ser una transformación lenta, en la actualidad, el cambio de fisonomía ha sobrepasado un nuevo límite, generando volúmenes constructivos de uso auxiliar para el ganado que comprometen la estabilidad de los subterráneos, al añadir a las cubiertas pétreas naturales unos pesos que amenazan con un más que inminente hundimiento.

4. Osuna. Parte oriental del yacimiento, según el 'Vuelo americano' de 1956. Se señala el área de las Cuevas de Osuna. El punto rojo indicaría la situación de la Cueva del Caracol, al norte de la Vereda de Granada.

     El punto de partida podría señalarlo la figura anterior, que visualiza la zona necropolar de Las Cuevas de Osuna en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando la situación no debía ser muy distinta de la que se había detectado durante las excavaciones del siglo XVIII (Rodríguez Marín, 1889), con algunas de las cuevas exploradas entonces, ocultas o a medio enterrar por las tareas agrícolas tradicionales, propias del cultivo olivarero de secano secular. La fotografía recogida en nuestra imagen 3, izquierda, ilustraría perfectamente la realidad de aquel momento, prolongada hasta los años setenta.
     Las primeras transformaciones se han hecho evidentes en las imágenes aéreas que se conservan en el archivo histórico del visor cartográfico de Google y del que hemos recogido la imagen correspondiente a 2004, cundo ya se había construido un chalet y algunas dependencias junto y delante de la Cueva del Caracol, tal como muestra parcialmente la imagen 3, derecha.

5. Osuna. Parte oriental del yacimiento, en 2004, según Google Earth. Se señalan los mismos detalles de la imagen anterior.

    La antropización del entorno de Las Cuevas es igualmente evidente en otras zonas, pero respecto de la necrópolis que tratamos, el rectángulo blancuzco y las pequeñas manchas azuladas, bajo el punto de La Cueva del Caracol que se aprecian en la imagen 5, explicitarían perfectamente esa transformación progresiva del área funeraria de Osuna y su imparable deterioro. Aunque todavía se conserva el viejo olivar que ocupaba parcialmente el espacio necropolar, así como su entorno septentrional. Aunque hoy, la transformación parece ya definitiva (imagen 6).

6. Osuna. Parte oriental del yacimiento, en 2011, según Google Earth. Las nuevas construcciones vuelven a interesar y sobrepasar el núcleo central de Las Cuevas, además de haberse extraído los viejos olivos que cubrían toda la finca y que aún eran visibles en las anteriores vistas aéreas.

     Aunque la declaración BIC del yacimiento de Osuna se produjese en el año 2000 (Jofre y Ruiz Cecilia, 2001), las actuaciones constructivas que deben considerarse antipatrimoniales han seguido sucediéndose, como si nada hubiese cambiado con la protección patrimonial del sitio. Nos referimos sustancialmente a construcciones y alteraciones de todo tipo: casas en la calle Cantera Luisa, ilegales por lo demás; trasformación de la cantera de El Coto, con seguridad de origen romano; levantamiento de naves ganaderas y socavamiento del subsuelo en Las Cuevas para nuevas plantaciones y adecuación de la explotación agropecuaria, etc.

7. Arriba: arranque a la izquierda de la calle de Arcadio Martín, tallada en la roca, a cuyos lados se abre el resto de subterráneos mortuorios documentados en el siglo XVIII (año 2000). Abajo: La misma calle prácticamente vaciada del relleno arqueológico que todavía la salvaguardaba un quinquenio antes (año 2006). Obsérvese el inadecuado y destructivo uso ganadero del espacio funerario romano. © Juan A. Pachón.

     Prueba de ello es la limpieza que se hizo en Las Cuevas de la denominada Calle de Arcadio Martín (imagen 7), donde se habían descubierto las pinturas parietales romanas que se publicaron en el último cuarto del siglo XIX (Ríos, 1880) y que había permanecido sepultadas hasta hace poco tiempo (fig. 8),  asegurando la cierta conservación de esos frescos policromos que hoy están prácticamente desaparecidos, como pudo comprobarse en la última exploración a principios de esta centuria, probablemente por la exposición a la intemperie y la humedad desde que se pusieron nuevamente al descubierto. Desgraciadamente, la cerrazón de los propietarios para hacer más franco el acceso a la necrópolis ha impedido un seguimiento exhaustivo de la evolución de esas pinturas; pero, parece claro que la casi absoluta pérdida de las mismas se debe, en gran medida, a las condiciones en que las cuevas permanecen y al dramático cambio de sus condiciones de conservación producido en las mismas desde su desenterramiento.

8. Osuna: Cuevas de Osuna. Las pinturas de la cueva 2, según D. de los Ríos, a partir de su lámina III. A partir de Pachón y Ruiz Cecilia (2006: 171, Fig. 3).

     Pero, si las causas más directas de estos ataques al patrimonio deben buscarse en las acciones unilaterales de muchos e incívicos particulares, tampoco podemos eximir de responsabilidad a las instituciones públicas que son las que, por encima de los delitos privados, han de velar por el cumplimiento de la ley y por preservar el patrimonio histórico, adecuando todas sus actuaciones sin entrar en contradicción alguna consigo misma. En el caso de Osuna, en el de sus cuevas sepulcrales romanas y en el de buena parte del yacimiento arqueológico de la antigua Urso, la contradicción es palpable. La declaración BIC no es compatible con el mantenimiento de las tradicionales prácticas antipatrimoniales, ya que la nueva situación de protección exige del administrador el celo que nunca se ha tenido en el sitio, aunque de momento los hechos parezcan indicar que tampoco se tendrá.
     Como ciudadanos, estamos obligados denunciarlo y exigírselo a nuestras autoridades locales y autonómicas. Ni siquiera vale argumentar la imposibilidad propia de la carestía que se deriva de la delicada situación económica, ya que buena parte de las desgraciadas intervenciones contra el yacimiento se han venido haciendo desde mucho antes, incluso en tiempos de bonanza económica. Pero, además, si el problema es solo crematístico, muchos son los caminos de donde obtener recursos para invertir en la Osuna de nuestros ancestros, como han sabido hacer otros muchos sitios como  Baena (véase la entrada anterior de este mismo blog). Dejar de hacerlo empieza a ser no solo una simple dejadez de las obligaciones de nuestros administradores, sino una clara implicación delictiva de la que habrá que empezar a exigir responsabilidades donde proceda. La catalogación de un yacimiento arqueológico con la figura de BIC no admite, en su interpretación, doblez alguna: solo protección, protección y protección del bien catalogado.


Bibliografía

FERNÁNDEZ CARO, F. 2013: «Patrimonio arqueológico en estado de coma», Viva Sevilla. 16 de enero, p. 2.

JOFRE SERRA, C. A. y RUIZ CECILIA, J. I. (2001): «El B.I.C. de la zona arqueológica de Urso», Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, 3, pp. 19-20.

PACHÓN ROMERO, J. A. y RUIZ CECILIA, J. I. 2006: Las Cuevas de Osuna. Estudio histórico-arqueológico de una necrópolis rupestre de la Antigüedad. Asociación de Amigos de los Museos. Osuna. (Esta obra recoge toda la documentación existente del yacimiento).

RÍOS Y SERRANO, D. de los. 1880: «Las Cuevas de Osuna y sus pinturas murales», Museo Español de Antigüedades, X. Madrid, pp. 271-280.

RODRÍGUEZ MARÍN, F. 1889: «Las Cuevas. Diario de los trabajos y descubrimientos verificados en los años 1784 y 1785». Apuntes y documentos para la Historia de Osuna. Osuna, pp. 115-138. (Existe una edición facsímil de esta obra, editada por los Amigos de los Museos de Osuna. Osuna, 2006).

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A principios del mes de febrero, las noticias sobre el estado patrimonial de Las Cuevas también han tenido eco en la prensa local. Concretamente en el periódico del PP, grupo opositor en la corporación municipal de Osuna, que parece que tratará de concienciar al gobierno municipal para que se empiecen a tomar medidas al respecto:

Esperemos que esta buena noticia no se interprete en el debate político del municipio como otra simple propuesta de la oposición. Que, como viene siendo habitual, solo se vea como una simple excrecencia de la ideología de los contrarios y, por tanto, merecedora del más completo rechazo. No es la primera vez que lo decimos, pero es imprescindible que la defensa del patrimonio supere los estériles enfrentamientos partidistas y se empiece a velar por lo que nos interesa a la inmensa mayoría de los ciudadanos, tal como exigen las vigentes leyes culturales. 

sábado, 5 de enero de 2013

TORREPAREDONES: ALGUNAS NOTAS SOBRE ARQUEOLOGÍA Y RESTAURACIÓN

1. Torreparedones desde el noroeste. A partir de http://galeon.com/iberiamagica2/torreparedones2.jpg.
     Nuestra más reciente visita al yacimiento de Torreparedones (Baena, Córdoba), en los primeros días de enero, nos ha permitido constatar las cualidades patrimoniales del sitio, así como las potencialidades que el lugar ofrece para la investigación, el conocimiento del pasado romano y protohistórico andaluz, así como la notable gestión que se está haciendo en el mismo para beneficio de toda la comarca baenense. Todo, gracias a las investigaciones de campo que desde hace poco tiempo se vienen realizando en su entorno.
 
2. Vista aérea del castillo de Torreparedones y de la zona central del yacimiento, antes (2007) de que se iniciaran las últimas excavaciones. http://www.flickr.com/photos/39032786@N03/4802591762/in/photostream. © cpde (Francisco Cuevas).
 
     Ya conocíamos el hábitat, donde hoy se cree poder situar la ubicación de la antigua Itvci Virtvs Ivlia, desde los años ochenta del pasado siglo, época de la que datan algunas de las imágenes con las que acompañamos esta entrada y que pueden servir de referencia para contrastar el estado de algunos de sus rincones de entonces respecto de la situación actual. Entre aquello y lo de hoy, debe valorarse muy positivamente la importante investigación que se realizó en los años noventa, gracias a un proyecto de investigación anglo-hispano que puso en valor a Torreparedones, destacando su enorme trayectoria vital desde la prehistoria hasta tiempos medievales (Cunliffe and Fernández López, 1999). En estas labores también destacó el descubrimiento de un santuario (imagen 3) republicano (Fernández López y Cunliffe, 2002), gracias al rastreo de un importante grupo de exvotos pétreos de muy fuerte personalidad estética, que se habían conocido tiempo atrás por hallazgos casuales y antipatrimoniales (Morena López, 1989).
 
3. Aspecto de los restos del santuario de Torreparedones, visto desde el norte, años después de su excavación (1997). Según http://www.artearqueohistoria.com/OLD/seminario/ACTIVIDADES1997.htm.
 
4. El castillo de Torreparedones y, en primer plano, la zona del foro, antes (1980) de realizarse la plantación de olivos que hoy alterna con los restos exhumados por las excavaciones. © Juan A. Pachón.

 
       Pero los trabajos más llamativos son los que se vienen desarrollando en estos últimos años, hasta el punto de haber sido capaces de cambiar la fisonomía del paisaje de Torreparedones, como ha ocurrido con el hallazgo del foro de la ciudad, que ha transformado la tranquila imagen de secano y olivar que había cubierto la zona central del yacimiento (imágenes 4 y 2), ofreciéndonos en la actualidad una visión aún parcial de un espacio urbano romano provincial, plenamente acorde con los paradigmas propios de cualquier municipio latino (imágenes 5 y 6).
 

 5. Planimetría general de Torreparedones con indicación de las intervenciones arqueológicas realizadas. En el centro, la ubicación del foro romano. A partir de F. J. Tristell (2012).
 
6. Vista reciente del foro de Torreparedones, antes de la excavación de sus flancos oriental y occidental. Según J. A. Morena (2012).
     Al margen de los datos científicos de las investigaciones, en los que -obviamente- no podemos ni vamos a entrar, sí merece la pena incidir en las actuaciones de puesta en valor que se han venido realizando y que han afectado a esa misma zona central del foro, las calles (imagen 7) y edificios adyacentes, dando paso a la emergencia de un parque arqueológico visitable de indudable valor patrimonial y turístico.
 
7. El decumano de Torreparedones (enero de 2013) desde occidente, a la altura del foro. © J. A. Pachón
    También se han realizado intervenciones de restauración en el santuario ya citado, así como en la puerta oriental de entrada a la ciudad, donde creemos que es precisamente donde se han tomado las decisiones más arriesgadas, en cuanto a la soluciones técnicas que finalmente se adoptaron en su reconstrucción. La primera de las fotografías que hemos elegido de esa puerta, tomada desde una distancia relativamente cercana (imagen 8), prescindiendo del dato inherente a la propia verticalidad del acceso, no supone una mirada demasiado chocante si atendemos a la presencia de los propios olivos que sirven para amortiguar su visualización. Es lógico que, en su tiempo, la vegetación que rodease al oppidum ibérico y al municipio romano debió fundir la imagen del conjunto defensivo en el paisaje de un modo bastante natural. Aunque hoy, la configuración que producen las dos torres sueltas, bastante aisladas y privadas de la presencia de su lógico cinturón amurallado, les da un carácter excesivamente rotundo que probablemente nunca llegaron a mostrar mientras funcionaron.
 
8. La puerta oriental de Torreparedones, desde el sureste. Obsérvese el importante contrapunto de su verticalidad respecto del cinturón amurallado que se extiende por el ribazo oscuro que corre hacia la izquierda (enero de 2013). © J. A. Pachón.

     Pero resulta más interesante observar con algo más de detalle lo que, en realidad, se ha hecho en esta puerta. Para ello, puede servir la serie de imágenes (9, 10 y 11) que presentamos a continuación:
 
 9. La torre norte de la puerta oriental de Torreparedones, tal como se conservaba en la primavera de 1980. La señal roja sirve para identificar la presencia de ciertos elementos pétreos en la siguiente imagen. © Juan A. Pachón.
 
 
 10. La puerta oriental de Torreparedones tras su excavación y antes de la restauración a la que fue sometida. Según http://www.arqueologiaaldia.com/arqueologia/yacimiento-arqueologicos/espana/cordoba/yacimiento-de-torreparedones-baena/ . (La señal es nuestra e indica aquellos mismos componentes del paramento, visibles antes de la actuación).
11. Torreparedones: panorama de la puerta oriental tras su restauración (enero de 2013).  © Juan A. Pachón.

       La reconstrucción realizada consigue el propósito perseguido de mostrar el volumen perdido de las dos torres que flanquearon, en su momento, la puerta oriental de la ciudad. Para ello, se optó por una solución pétrea de carácter similar a los sillares originales, pero sin recurrir totalmente a las irregularidades propias de aquella época, mediante tabletas rocosas planas y perfectamente escuadradas, que se colocaron por el contrario sin guardar en las hiladas ninguna homogeneización superficial. El resultado guarda una cierta irregularidad en los cuatro planos frontales de cada una de las torres, pero sin alcanzar ningún grado de mimetismo importante respecto de los restos constructivos primitivos, que habría que calificar de ciclópeos y que conservan al exterior un almohadillado muy primitivo que apenas se sugiere en la reposición. El escalonamiento superficial de esa restitución es excesivamente plano, anulando todo vestigio de esquinas romas y redondeadas, propias del sistema de sillares almohadillados.
     Se trata de un criterio de restauración que magnifica la necesidad de separar lo más posible el volumen de la reposición arquitectónica, respecto de los vestigios antiguos conservados, tratando de evitar que los observadores puedan confundir los elementos nuevos y los viejos. De todos modos, cabe pensar, en este caso de Torreparedones, que la tan necesaria separación provoca un equívoco que no creemos debiera haberse producido: en concreto, la visión de unas torres excesivamente aristadas que serían muy improbables en una construcción como la de estas defensas. Aquí, el paramento lítico utilizado provocaría un alzado mucho más imperfecto y sin aristas; en su lugar tendríamos bordes redondeados en todos los cambios de plano entre las piedras constructivas y entre las cuatro fachadas de cada prisma turriforme.
     Sinceramente, creemos que no se ha seguido suficientemente la letra de la norma básica de respeto a la estructura, la fisonomía y la estética del objeto patrimonial intervenido, con independencia de que se trate de la recuperación de bienes muebles o inmuebles, como ocurre en esta intervención realizada en el yacimiento cordobés  (http://www.mcu.es/patrimonio/docs/MC/IPHE/M0901-02-3-PDF1.pdf).  Porque, aunque lo que se conservaba permanezca evidentemente inalterado, como muestran las fotografías, el conjunto de lo antiguo junto con la reintegración produce un efecto estructural muy diferenciado del que debió ofrecer en su época. Pero igual podría decirse de la fisonomía del bien intervenido, por no hablar de la estética resultante; aspectos que resultan claramente distintos en lo repuesto y que, por su tamaño, minimizan en exceso los restos antiguos.
  Criterios de restitución diferentes hubiesen sido también factibles, con resultados bien distintos y que pueden observarse en las dos imágenes siguientes. De ellas, la segunda puede mostrar una opción alternativa que incluso podría haberse tomado como única solución, sin necesidad de una actuación tan 'extrema' y directa en ese acceso oriental de Torreparedones:
 
12. Torreparedones: restitución digital del paramento frontal de la torre septentrional (derecha) en la puerta oriental del yacimiento, a partir de la imagen anterior. La vista permite comparar el resultado entre la actuación propuesta y la realizada virtualmente. © Juan A. Pachón (2013).
13. Reconstrucción virtual completa de la muralla de Torreparedones, a la altura de su puerta oriental.
http://www.arqueologiaaldia.com/arqueologia/yacimiento-arqueologicos/espana/cordoba/yacimiento-de-torreparedones-baena/ 
     El grave inconveniente de este tipo de restituciones es que, al tener que partir de unos restos patrimoniales arruinados, es estrictamente necesario separar el bien patrimonial de la reconstrucción realizada. Eso se ha hecho en el acceso que comentamos, pero podría haberse optado por soluciones más discretas, en la que los resultados fuesen estéticamente más convenientes y recordasen mejor el modelo original de la época. Lo que sorprende es que esta posibilidad no se haya barajado en una puerta tan monumental, cuando en otras partes del yacimiento se están utilizando, como ocurre en los muros que flanquean el decumano (imagen 14):

14. Detalle del flanco septentrional del decumano. La restitución de este muro se ha hecho diferenciando con una capa de fragmentos cerámicos (tejas) la parte antigua conservada (abajo) de la añadida (arriba), empleando además elementos pétreos de menor calibre. © Juan A. Pachón (2013).
  En el área del foro, en las construcciones meridionales que soportan la plataforma del mismo se ha restituido otro paramento en el que se han incluido piedras como las originales, directamente sobre el basamento conservado. En esta ocasión, la única diferencia es la distinta coloración de las piedras por la falta de oxidación de las más recientes, como puede apreciarse en la imagen siguiente:

15. Restitución en opus cuadratum de uno de los paramentos laterales del foro, donde se alterna con paños de diferente calibre y soluciones parciales aparentemente semejantes a la de la imagen anterior. © Juan A. Pachón (2013). 

 
     Finalmente, también ha habido soluciones más parecidas a la de la puerta oriental, concretamente en la zona del santuario, donde prácticamente se han levantado muros a partir de restos insignificantes y se ha restituido un volumen muy importante, en comparación con lo que se conservaba, como tratamos de mostrar en las imágenes siguientes:
16. Vista fronto-lateral del santuario de Torreparedones, poco antes de las tareas de reconstrucción (2009). Según http://www.flickr.com/photos/77167416@N03/8260606343/sizes/l/in/photostream/. © arquitectojca ( Fco.Javier Cortés)

17. El santuario de Torreparedones en la actualidad, desde los pies de las rampas de acceso. © Juan A. Pachón (2013). 
 

18. Santuario de Torreparedones: detalle del rincón del patio junto a la puerta de entrada a la cella. Obsérvese el elemento plástico ondulado que corre desde el muro de la izquierda al ángulo de confluencia, separando los elementos pétreos repuestos de la base conservada.  © Juan A. Pachón (2013). 
     Para concluir, las discrepancias que puedan tenerse sobre aspectos concretos de las restauraciones realizadas en el yacimiento no suponen ningún óbice para que indiquemos que Torreparedones es un yacimiento sorprendente, que las tareas que se están llevando a cabo son encomiables y que debemos seguir atentos a su desarrollo, porque no acabarán de seguir sorprendiéndonos. Afortunadamente, nada de lo que se ha hecho es irreversible, por lo que en cualquier caso, si algo de lo realizado no resultase del todo conveniente, tiempo habrá de enmendarlo. Por lo demás, agradecer a la dirección del proyecto y al Ayuntamiento de Baena su buen hacer, esperando que ejemplos como el suyo cundan en un país donde lo habitual es todo lo contrario de lo que sucede en Torreparedones: deterioro, olvido y abandono patrimoniales.


Síntesis bibliográfica
 
CUNLIFFE, B. W. and FERNÁNDEZ CASTRO, Mª. C. (1999): The Guadajoz Proyect. Andalucía in the first millenium BC. Volume 1. Torreparedones and its hinterland. Oxford.
FERNÁNDEZ CASTRO, Mª. C. y CUNLIFFE, B. W. (2002): El yacimiento y el santuario de Torreparedones. Un lugar arqueológico preferente en la campiña de Córdoba. BAR International Series 1030. Oxford.
MORENA LÓPEZ, J. A. (1989): El santuario ibérico de Torreparedones, Castro del Río-Baena, Córdoba. Diputación de Córdoba y Ayuntamientos de Baena y Castro del Río. Córdoba. 
MORENA LÓPEZ, J. A. (2011): «ITUCI VIRTUS IULIA. Una colonia romana en el corazón de la campiña cordobesa», ITVCI, 1. Revista de difusión cultural de Baena y su comarca. Baena, pp. 12-21.
TRISTELL MUÑOZ, F. J. (2012): «La necrópolis oriental de Torreparedones. Una aproximación arqueológica», ITVCI, 2. Revista de difusión cultural de Baena y su comarca. Baena, pp. 15-21.
VENTURA VILLANUEVA, Á. (2012): «Nuevo descubrimiento epigráfico en Torreparedones»,  ITVCI, 2. Revista de difusión cultural de Baena y su comarca. Baena, pp. 38-42.