1. Tonel ibérico cerámico de Fortuna (Murcia). A partir de:
El investigador valenciano Domingo Fletcher Valls (Pla, 1987) fue el primero en dar importancia a los toneles ibéricos, una forma de la alfarería prerromana (Fig. 1) bastante abundante en los corpora cerámicos del mundo ibérico (Fletcher, 1957). Interpretado desde un principio como un simple reservorio de líquidos, destinado al almacenamiento de agua principalmente, el desarrollo de la investigación ha derivado a una posición en la que ya no puede descartarse que también hubieron de servir para trasladar otros elementos líquidos como el aceite y el vino (Pérez Mínguez, 1988: 6), considerando en este sentido el gran interés económico que estos dos derivados agrícolas tuvieron en el tiempos iberos (Quesada, 2009). Todo, pese a que, para esos últimos productos, sabemos que también se emplearon en mayor medida otro tipo de recipientes como las ánforas (Ribera y Tsantini, 2008), siguiendo una larga tradición que en la Península Ibérica debe remontarse a tiempos fenicios (Vives-Ferrándiz, 2004). Época arcaica en la que incluso los recipientes anfóricos fenicios pudieron transportarse del mismo modo, como se deduce de otra terracota plástica pintada procedente de la necrópolis de Puig des Molins, en Ibiza (Fernández, 1992: nº 274, fig. 72).
De cualquier modo, debe pensarse que la ambivalencia de ambos recipientes (ánfora y tonel), para transportar los mismos tipos de artículos, expresaría en realidad una diferenciación respecto de los destinos geográficos hasta los que se acababa enviando el producto. En este sentido, cuanto más lejos tuviera que desplazarse el líquido en cuestión, el uso del ánfora podía cumplir mejor su función, ya que su peculiar forma alargada era idónea para esas distancias, lo mismo que para embalarla en mejores condiciones y acumularla en un mayor volumen y menor espacio. Por su parte, las distancias cortas eran las más apropiadas para cargar los toneles a lomos de animales, de modo que permitiese una fácil sujeción lateral, para así asegurar que se pudiera mantener la abertura del recipiente en la parte superior, asegurando mucho mejor el valioso contenido.
De este último sistema de transporte tenemos referencias visuales más que evidentes, gracias al hallazgo y al excelente estado de conservación de terracotas levantinas de época ibérica en las que se observa a ciertos cuadrúpedos portando un par de toneles (Egea, 2010: figs. 5-6), que aparecen sujetos en paralelo al lomo del animal, junto a su cuerpo (Fig. 2); como ocurre con la pequeña figurita procedente del yacimiento de Cabecico del Tesoro en Verdolay, Murcia (García y Page, 2004: 155). Un ejemplo fehaciente que ilustra el sistema de traslado de estos depósitos cerámicos de líquidos, en trayectos no demasiado largos y en cantidades limitadas.
2. Cuadrúpedo de terracota, portando dos toneles de Cabecico del Tesoro, Verdolay (Murcia). Arriba, a partir de un dibujo original de García y Page (2004: 155). Abajo, la misma terracota, a partir de sendas fotografías de Rafael del Pino (http://www.flickr.com/photos/rafael_dp/sets/72157624855187381/).
Las formas de los toneles no son muy diferenciadas, dependiendo su variabilidad de matices en cierta medida insignificantes, como el volumen del contenido, la posición exacta de las asas, la forma específica de las bocas, el remate de los senos laterales, la simetría de los cuerpos, etc. Peculiaridades que podrían quizás apuntar también a alfares diferentes, pero que no presentan una suficiente disparidad de patrones como para plantear una clasificación de tipos diametralmente opuestos, aunque algunos (Lillo, 1979: 28, fig. 4) que lo han intentado (Fig. 3).
3. Toneles ibéricos: arriba, tipología (Lillo, 2004). Centro izquierda, tonel de Castillejo de las Peñas de Fortuna, Murcia (foto de Rafael del Pino); centro derecha, Museo de Cuenca (www.contgestania.com). Abajo izquierda, Monforte del Cid, Alicante [foto de Rafael del Pino (http://www.flickr.com/photos/47287749@N03/5633888740/in/photolist-9zR9QL)]; abajo derecha, La Alcudia,Elche, según R. del Pino (http://www.flickr.com/photos/rafael_dp/4557020638/in/set-72157629693401349).
No obstante, es curioso que muchos de estos autores españoles desechasen –en general–, para la explicación de su practicidad, alguna de las argumentaciones que el mismo Domingo Fletcher recogiese para paralelos de ‘toneles’ hispanos de época más antigua, neolíticos (Fletcher, 1962), hablando así de que vasijas semejantes se utilizaron como mantequeras, en el mismo sentido que ya se había interpretado para hallazgos semejantes del V-IV milenio a.C. en el Mediterráneo Oriental. Hallazgos que se han seguido produciendo posteriormente (Gilead, 1989: fig. 5, nos 9-10), conformando unas mantequeras (churns) que en Próximo Oriente alcanzaron un gran desarrollo a lo largo también del Calcolítico, como se conoce muy bien, entre otros, en el yacimiento de Horvat Beter, en Beersheba, Israel (Dothan, 1959) (Fig. 4). De la importancia de su papel en las sociedades antiguas habla directamente la terracota figurativa (Fig. 4: derecha) recuperada también en Israel (Israeli y Tadmor, 1986: fig. 16), en la que una fémina sostiene una mantequera sobre su cabeza, expresando la fuerte relación económica entre las mujeres y ciertas tareas cotidianas de vital trascendencia para las sociedades antiguas (Joffe, Dessel y Hallote, 2001), entre las que estaría la producción de mantequilla y como aún hoy se sigue haciendo en ciertas comunidades tradicionales que vamos a evidenciar.
4. Toneles (churns) de Próximo Oriente: arriba izquierda, Museo de Haifa, V milenio a. C. (http://mushecht.haifa.ac.il/pic/archeology/Chrono/calcoplask.jpg); abajo izquierda, Calcolítico, Museo de Jerusalem (http://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ABig_Chalcolithic_churns.JPG). Derecha: vaso ritual puntado de mujer con un churn de Gilat, en el Negev (Israel). Calcolítico Tardío; a partir de (http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/fb/Vessel_in_the_shape_of_a_woman_carrying_a_churn_-_Chalcolithic_Age.JPG).
Parece probable que estas utilidades adscritas a la forma cerámica que aquí tratamos debieron estar muy extendidas por todo el conjunto geográfico mediterráneo, ya no solo por las referencias conocidas en la Península Ibérica y a lo largo de todo el litoral de ese ámbito marítimo, sino también por las muestras reconocidas en zonas de más al interior, como parece ocurrir en lugares septentrionales del continente africano, donde su uso parece haberse mantenido hasta la actualidad con aplicaciones casi exclusivas para la obtención de grasas animales, probablemente impulsadas por la extensión de las creencias islámicas, en las que las aplicaciones relacionadas con el alcohol se han ido haciendo imposibles. Así, es interesante visualizar algún que otro vídeo ilustrativo al respecto, grabado en el actual Marruecos que, aunque presente el proceso utilizando un recipiente metálico, ejemplifica perfectamente el proceso de obtención de la mantequilla:
Son múltiples los ejemplos de vasijas para esos menesteres que se han podido encontrar y siguen encontrándose por todo el Magreb en la actualidad, entre las que abundan principalmente las formas torneadas, tanto en formas lisas, pintadas o vidriadas, tal como tratamos de reflejar en los casos recogidos en la figura siguiente, demostrando el mantenimiento básico de una forma cerámica pensada para una utilidad muy concreta:
Pero para ello habría que trazar un espectro mucho más denso de hallazgos arqueológicos que permitan establecer un puente entre el pasado y el presente, sin tantos espacios vacíos como los que todavía se nos siguen ofreciendo. La arqueología de la antigüedad marroquí, sin embargo, ya ha empezado a mostrar evidencias de que estas peculiares formas existieron en un número nada despreciable como para plantear ese prodigioso salto en el tiempo. Por ejemplo, conocemos algunas excavaciones recientes de Marruecos, como la realizada en Banasa, donde sabemos de ‘toneles’ torneados procedentes de los alfares de esta ciudad (Arharbi, Kermorvant y Lenoir, 2001: figs, 7-11).
Según la manera de obtener la mantequilla por los artesanos actuales, también tuvieron que usarse coladores en la antigüedad, para poder aislar aún más la materia sólida del líquido sobrante durante el proceso. Es por eso que los coladores debieron componer también un instrumental corriente entre las ‘herramientas’ que aquellos ganaderos y agricultores emplearon para conseguir los derivados productivos de su actividad agropecuaria. Si en la Península Ibérica, nuestros toneles pudieron servir como mantequeras, es imprescindible que también se emplearan coladores, como recogen las tipologías al uso de los vasos cerámicos ibéricos (Mata y Bonet, 138, fig. 20:6) y que, pese a que no son piezas especialmente destacadas en los registros cerámicos de las excavaciones, en muchos casos han venido considerándose desde tiempo atrás como queseras, dado el carácter fundamentalmente 'doméstico' de muchos de ellos que quizás haya servido para considerarlos genéricamente como queseras, apoyándose en una forma que no ha cambiado prácticamente desde los tiempos prehistóricos (Fig. 7).
Pero una cosa debió ser el uso corriente de los coladores, que probblemente siguieron sirviéndose de la morfología tradicional de las sociedades prerromanas peninsulares y otra la transformación que vino de la mano de la cultura ibérica, cuando ya empiezan a conocerse y destacarse algunos coladores más característicos de los nuevos intereses estéticos, como los casos hallados en Valdepeñas, Ciudad Real (Esteban, 2000: 72, fig. 3:18) o en El Amarejo, Albacete (Broncano, 1989: 123, fig. 58: 67), donde ya apreciamos el cambio producido en su estructura y decoración (Fig. 8). Es probable que siguieran conviviendo los coladores o queseras arcaicas con estos nuevos modelos, apuntando no solo una diferenciación cultural, sino probablemente una especificidad mayor, orientada a producciones especializadas, ya fuese la mantequilla o procesos menos conocidos, como el que pudo producirse en el Amarejo y explicaría el hallazgo de este colador concreto en un pozo ritual n exento de excepcionalidad.
En definitiva, estos cambios formales y ornamentales mostrarían igualmente el mantenimiento de una actividad económica de suficiente importancia, para expresar el trascendental desarrollo en el uso de los toneles y mantequeras que hemos venido destacando. Pero, siempre, dentro de unas actividades básicas de subsistencia que han sido un constante referente en la vida cotidiana de las sociedades mediterráneas a lo largo de todo su desarrollo histórico, incluso alcanzando en espacios geográficos más tradicionales los tiempos actuales. Así, los toneles ibéricos, en su conjunto, no solo supondrían un depósito estanco para el transporte de ciertos líquidos con valor económico, sino que también significaron –como mantequeras– un instrumento productivo de gran significación para todas las comunidades prerromanas con economía agrícola y ganadera. Su evidencia arqueológica viene a demostrar, en gran medida, lo que hemos considerado.
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5. Mantequeras marroquíes, según: arriba, http://www.ala-ouzarf-hadjret-ennous.com/fr/?page_id=15;
En el actual Marruecos, la denominación para este vaso en francés es baratte (f.), contando con algunas definiciones más que suficientes y que vamos a trasladar en la lengua original: «La baratte est un instrument qui sert à extraire le beurre selon deux techniques différentes : soit en battant le lait à l’aide de battoirs, de palettes tournantes, soit en le secouant pour provoquer l’agglutination des gouttelettes de matières grasses. La première technique ne semble pas avoir existé en Afrique du Nord et au Sahara. En revanche, les barattes qui permettent d’agiter le lait manuellement sont très variées. Elles changent de formes, de matière et de volume selon les régions. Elles peuvent être fabriquées en poterie tournée (Alger, Tlemcen, Constantine, etc.) dans des lieux où cette technique est répandue, en sparterie (Saoura, Gourara), en bois, en peau, à partir d’une grosse calebasse (Kabylie, Maroc, Sahara) ou en tôle de fer soudé (dans les centres urbains)» (Gast, 1991).
Algunas de estas producciones, sobre todo del norte de Marruecos, apuntan a una larga tradición cerámica, donde se unen superficies pintadas y tratamientos superficiales que incluso recuerdan las más antiguas producciones a mano, que se han mantenido en muchos de los alfares locales del vecino país (Fig. 6), caracterizando el grupo cerámico de la tribu de los Hayaïna (Couranjou, fig. 29). Esta permanencia en los usos sociales actuales de formas cerámicas que fueron corrientes en el mundo antiguo, como vemos en Marruecos, quizás aluda al mantenimiento de costumbres ancestrales en una región del mundo que ha sido menos permeable a las profundas transformaciones que sí ha afectado a otros muchos de sus vecinos.
5. Barattes actuales de Chekoua para mantequilla, de la región de Jbalà, al noroeste de Marruecos. Según http://elkhanjab.files.wordpress.com/2013/02/untitled-1.jpg
y http://elkhanjab.files.wordpress.com/2013/02/r1061436.jpg, respectivamente.
Pero para ello habría que trazar un espectro mucho más denso de hallazgos arqueológicos que permitan establecer un puente entre el pasado y el presente, sin tantos espacios vacíos como los que todavía se nos siguen ofreciendo. La arqueología de la antigüedad marroquí, sin embargo, ya ha empezado a mostrar evidencias de que estas peculiares formas existieron en un número nada despreciable como para plantear ese prodigioso salto en el tiempo. Por ejemplo, conocemos algunas excavaciones recientes de Marruecos, como la realizada en Banasa, donde sabemos de ‘toneles’ torneados procedentes de los alfares de esta ciudad (Arharbi, Kermorvant y Lenoir, 2001: figs, 7-11).
Según la manera de obtener la mantequilla por los artesanos actuales, también tuvieron que usarse coladores en la antigüedad, para poder aislar aún más la materia sólida del líquido sobrante durante el proceso. Es por eso que los coladores debieron componer también un instrumental corriente entre las ‘herramientas’ que aquellos ganaderos y agricultores emplearon para conseguir los derivados productivos de su actividad agropecuaria. Si en la Península Ibérica, nuestros toneles pudieron servir como mantequeras, es imprescindible que también se emplearan coladores, como recogen las tipologías al uso de los vasos cerámicos ibéricos (Mata y Bonet, 138, fig. 20:6) y que, pese a que no son piezas especialmente destacadas en los registros cerámicos de las excavaciones, en muchos casos han venido considerándose desde tiempo atrás como queseras, dado el carácter fundamentalmente 'doméstico' de muchos de ellos que quizás haya servido para considerarlos genéricamente como queseras, apoyándose en una forma que no ha cambiado prácticamente desde los tiempos prehistóricos (Fig. 7).
7. Quesera y/o colador de Trepucó, Mahón. Siglo III a.C. Museo de Mahón
Pero una cosa debió ser el uso corriente de los coladores, que probblemente siguieron sirviéndose de la morfología tradicional de las sociedades prerromanas peninsulares y otra la transformación que vino de la mano de la cultura ibérica, cuando ya empiezan a conocerse y destacarse algunos coladores más característicos de los nuevos intereses estéticos, como los casos hallados en Valdepeñas, Ciudad Real (Esteban, 2000: 72, fig. 3:18) o en El Amarejo, Albacete (Broncano, 1989: 123, fig. 58: 67), donde ya apreciamos el cambio producido en su estructura y decoración (Fig. 8). Es probable que siguieran conviviendo los coladores o queseras arcaicas con estos nuevos modelos, apuntando no solo una diferenciación cultural, sino probablemente una especificidad mayor, orientada a producciones especializadas, ya fuese la mantequilla o procesos menos conocidos, como el que pudo producirse en el Amarejo y explicaría el hallazgo de este colador concreto en un pozo ritual n exento de excepcionalidad.
8. Colador cerámico ibérico del Amarejo, Albacete. A partir de un original de Broncano (1989: fig. 58: 67).
En definitiva, estos cambios formales y ornamentales mostrarían igualmente el mantenimiento de una actividad económica de suficiente importancia, para expresar el trascendental desarrollo en el uso de los toneles y mantequeras que hemos venido destacando. Pero, siempre, dentro de unas actividades básicas de subsistencia que han sido un constante referente en la vida cotidiana de las sociedades mediterráneas a lo largo de todo su desarrollo histórico, incluso alcanzando en espacios geográficos más tradicionales los tiempos actuales. Así, los toneles ibéricos, en su conjunto, no solo supondrían un depósito estanco para el transporte de ciertos líquidos con valor económico, sino que también significaron –como mantequeras– un instrumento productivo de gran significación para todas las comunidades prerromanas con economía agrícola y ganadera. Su evidencia arqueológica viene a demostrar, en gran medida, lo que hemos considerado.
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