La situación a que nos aboca esta crisis está multiplicando las manifestaciones críticas en torno a la problemática que viven los grupos de investigación en general, y de arqueología en particular, a merced de unos recortes presupuestarios que están reduciendo esta actividad a mínimos desconocidos desde hace muchos años.
Así, recogemos parte de las noticias que se han publicitado en Paleorama en Red. Prehistoria y Arqueología en Internet, como incluimos literalmente más abajo, a partir de dos noticias publicadas en ese blog. La primera de ellas la tomamos del siguiente enlace:
¿Y qué pasa con la investigación en tiempo de crisis?
In Andalucía, B-Denuncias, b. Arqueología on abril 30, 2012 at 01:53
El catedrático de Prehistoria José Ramos, que se define como un veterano investigador, lamenta estar viviendo “una situación que nos retrotrae a momentos de hace más de 20 años. En España se estaba consiguiendo una normalidad científica e investigadora, con reconocimiento internacional, en algunas áreas, en concreto en mi campo de Arqueología Prehistórica.
Varios responsables de grupos de investigación de la Universidad de Cádiz explican sus circunstancias puntuales y cómo les está afectando la crisis y la supresión de ayudas económicas estatales y autonómicas.
Estos días se está hablando mucho de las universidades públicas españolas con motivo de las medidas de ajuste que ha aprobado el Gobierno de Mariano Rajoy. El real decreto ley ya publicado, relativo al aumento de tasas de matrícula universitaria, al régimen de dedicación del profesorado y al procedimiento de creación, modificación y supresión de centros académicos y títulos de enseñanzas superiores está siendo debatido por distintos sectores de la enseñanza superior, así como por progenitores y estudiantes.
Se ha recortado un 62,5% del presupuesto para estas instituciones académicas y un 11,6% las becas a estudiantes. Se ha dado luz verde a la subida de los precios de las tasas de matriculación, por lo que cada alumno podrá pagar hasta 540 euros más por la primera matrícula universitaria, a razón de 60 euros al mes. Y también se ha establecido el incremento en el resto de las tasas, que se refieren a las segundas, terceras y cuartas matrículas en un 40%, 75% y 100% de subida respectivamente. Además, la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas ha resaltado que el real decreto ley afecta de lleno al profesorado, porque “ven reducidas sus condiciones laborales y modificado unilateralmente el régimen de dedicación”.
Opiniones, quejas, advertencias, reflexiones… pero entre tantas palabras suena poco una: investigación. Apenas se está hablando de cómo perjudican todos estos cambios -y la falta de recursos económicos – en la labor investigadora que se desarrolla en las universidades públicas españolas.
Es por ello que Diario de Cádiz ha preguntado sobre este asunto a responsables de varios proyectos de investigación de la Universidad de Cádiz, y lo primero que sale a flote es que el Gobierno central ha suprimido la convocatoria de proyectos de la AECID-Agencia Española de Cooperación y Desarrollo, y la Junta de Andalucía ha parado la ayuda a los grupos de investigación del Plan Andaluz de Investigación (Grupos PAI).
La eliminación de los proyectos de la AECID repercute directamente en la línea de investigación de varios grupos de la UCA. Entre ellos, el que dirige el catedrático de Prehistoria José Ramos, El Círculo del Estrecho, Estudio Arqueológico y Arqueométrico de las Sociedades desde la Prehistoria a la Antigüedad Tardía. A este equipo le afecta principalmente en la línea de colaboración que mantiene con la Universidad Abdelmalek Essaâdi y el Museo Tetuán, en trabajos de estudio de las sociedades prehistóricas y de la Arqueología de la región histórica del Estrecho de Gibraltar. Esto, explica Ramos, representa una situación “insostenible” para “jóvenes doctores que aspiran a poder consolidar su formación en becas I+D en estancias en el extranjero”. “Tenemos los contactos en varias universidades, pero falta la convocatoria”, añade.
Y con respecto a la paralización de ayuda de la Administración andaluza, el investigador augura que ello generará un “estancamiento de la actividad cotidiana, actualmente en condiciones muy duras”.
José Ramos, que se define como un veterano investigador, lamenta estar viviendo “una situación que nos retrotrae a momentos de hace más de 20 años. En España se estaba consiguiendo una normalidad científica e investigadora, con reconocimiento internacional, en algunas áreas, en concreto en mi campo de Arqueología Prehistórica. Con este panorama, si no hay dinero para investigar, si los jóvenes investigadores no pueden obtener becas y continuar su formación, si los grupos no tienen financiación ni para enviar intercambios de publicaciones, nos podemos quedar estancados”.
Puntualiza que desde su juventud estaba acostumbrado, al igual que otros muchos compañeros, a la máxima: la escasez agudiza el ingenio, “pero creo que estamos llegando a una situación muy frustrante y donde no se atisba una esperanza a medio plazo. Los jóvenes investigadores – agrega – deben tener esperanzas, que con su esfuerzo se pueden doctorar, y tras salidas al extranjero, tener la ilusión de volver a su país a aplicar los conocimientos adquiridos. Pero si la situación sigue así, tendremos una fuga de cerebros lamentable para un país como España, donde todavía tenemos mucho que aprender”.
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La segunda la tomamos prestada de:
Crisis económica. El patrimonio arqueológico espera bajo tierra.
In B-Denuncias, b. Arqueología on abril 30, 2012 at 01:43
Las empresas que hacen excavaciones reducen de forma drástica sus presupuestos
El boom del ladrillo tuvo las consecuencias negativas ya sabidas. Sin embargo, fue una espléndida época para la arqueología, ya que a las grandes urbanizaciones precedieron muchas veces grandes excavaciones que en algunos casos depararon descubrimientos históricos. Pero la crisis inmobiliaria y los recortes en inversión pública están dejando un panorama desolador: PAI paralizados, solares abandonados, promotores en quiebra y, también, arqueólogos sin trabajo. El conocimiento de la historia que alberga el subsuelo se ha parado en seco.
“La verdadera crisis nos llegará en 2013 y 2014”, advierte la arqueóloga Ana Valero. “Este año todavía estamos trabajando por las obras públicas aprobadas hace dos años, pero la Administración ya no licita ninguna carretera ni tramo nuevo. En 2014 no tendremos trabajo”.
Una empresa arqueológica nos desvela sus cuentas: en 2008 facturó un millón de euros, en 2009 dos millones, en 2011 la cifra bajó hasta los 40.000 euros, y este año solo tiene previstos trabajos por valor de 3.000.
Desde la entrada en vigor de la Ley de Patrimonio Valenciano de 1985, toda obra que afecte al subsuelo requiere de una prospección arqueológica previa. En plena espiral inmobiliaria, las peticiones de licencia de construcción eran tantas que la Dirección General de Patrimonio, desbordada, permitió que los promotores contrataran a arqueólogos autónomos. “Fue una gran época”, señala Tina Herreros. “Los arqueólogos nos animamos a crear empresas que daban trabajo a topógrafos, dibujantes, informáticos, peones e incluso vigilantes de seguridad. La profesión comenzó a consolidarse”, añade.
La construcción privada dio grandes frutos en las ciudades. “En 2007 excavamos la necrópolis tardorromana de la Boatella, en Valencia”, recuerda Herreros. En cerca de 5.000 metros cuadrados se encontraron más de un centenar de enterramientos de los siglos II al V. En las zonas rurales, gasoductos, trasvases, carreteras o la modernización de regadíos favorecieron el afloramiento de restos arqueológicos. En 2003, en el trayecto del AVE Valencia-Madrid se descubrió una villa romana en l’Ènova, y un gasoducto destapó en Sagunt unas termas romanas de hace 2.500 años.
Pero donde los historiadores tenían puestas sus esperanzas para saber más de nuestro pasado eran los PAI. Así, una gran villa romana de 6.500 metros cuadrados fue descubierta en 2009 gracias a un PAI en Paterna. Ese mismo año, el PAI de Porxinos (Riba-roja) donde se iba a levantar la Ciudad Deportiva del Valencia CF, sacó a la luz restos íbero-romanos. “Pero el tiempo de los PAI ha pasado”, explica Valero, y, según Herreros, “apenas si hay excavaciones urbanas. Sólo pequeñas obras de alcantarillado, cableado o colocación de ascensores”.
Grandes obras que alimentaron las expectativas del sector, como el Parque Central de Valencia, están en punto muerto, y otras más pequeñas, como la construcción de viviendas junto al Museu de l’Arqueologia de Alcoi, dentro de la antigua ciudad amurallada, están paralizadas. El patrimonio arqueológico, bajo tierra, también espera el final de la crisis.
Excavación arqueológica en el centro histórico de Valencia, en una imagen de archivo. / jordi vicent
vía EL PAÍS.
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Esta dramática situación que ya denunciábamos en nuestro anterior post de abril, hablando directamente con el nuevo espacio político andaluz, podría procurarnos un horizonte futuro de innegable precariedad. En relación con la arqueología de urgencias, basada mayoritariamente en la labor de innumerables arqueólogos que se desenvuelven en la iniciativa privada, el drama puede ser mayúsculo para ese notable grupo de abnegados profesionales que tendrán que afrontar un incierto mañana.
La Universidad, afortunadamente, siempre que se salve de los ajustes laborales iniciados en otros ámbitos económicos y laborales, podrá seguir conjugando su ambivalente tarea cotidiana de docencia e investigación, aunque minorando esta última con menos acciones directas de campo, hasta dedicar la mayor parte del tiempo investigador a análisis de gabinete, acercamientos historiográficos, encuentros congresuales o revisiones de estudios precedentes.
Por ello, tal como ya indicábamos en nuestra anterior entrega, lo más preocupante -al margen del drama humano que más arriba señalábamos- es la menor dedicación que podamos ofrecer a la conservación patrimonial, así como a la prevención de las acciones ilegales antipatroniales. Ya que un periodo de recesión rebajará las condiciones de vigilancia, restauración y mantenimiento, al tiempo que habrá que enfrentarlo a un presumible aumento de las actuaciones delictivas, porque nuestro pasado puede convertirse en otro recurso económico marginal al que acudir, ante la pérdida de las habituales y legales bolsas de empleo y actividad productiva.
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