La justificación de estas líneas se apoya en la nefasta situación económica por la que atraviesa nuestro país, que no parece augurar nada bueno para el desarrollo de las políticas culturales de los próximos años. Por ello, aceptando la necesaria contención presupuestaria que ya afecta a casi todas las áreas del gasto social y que había empezado antes, mucho nos tememos que –en lo cultural– las restricciones puedan ser manifiesta y negativamente contundentes.
Si, desde una perspectiva nacional, la importancia que los nuevos gobernantes dan a esta faceta aparece claramente minorada, como ya demuestra que el Ministerio de Cultura haya sido subsumido en un macrodepartamento ministerial de Educación, Cultura y Deporte; desde el ámbito autonómico, más concretamente del andaluz, las perspectivas no parece que vayan a ser demasiado diferentes, pese a que pueda mantenerse como un negociado administrativo independiente, sin que se unifique con las áreas educativa y deportiva, como ha ocurrido en el gobierno central.
Andalucía deberá ajustarse necesariamente a los objetivos de control presupuestario, pese a las posibles desviaciones que puedan preverse en una región autónoma como la nuestra, que ya está manifestando públicamente sus discrepancias de endeudamiento frente a las directrices marcadas por Madrid. Los indicios disponibles ya han mostrado divergencias en los recortes que pudieran afectar a Sanidad y Educación, considerados por los socialistas como ámbitos de aparente exclusión restrictiva, sin que se haya verbalizado expresamente qué ocurrirá con Cultura.
Resulta evidente que, si aquellos ámbitos acaban siendo excluidos de las previsiones de ajuste por el futuro gobierno autónomo andaluz, los recortes tendrán que afectar a otros sectores de la estructura administrativa, por lo que no debiera extrañarnos que Cultura acabe sufriendo más profundamente los efectos de esta crisis, en una deriva que no hace sino reafirmar el escaso interés gubernativo que siempre han despertado las políticas culturales, con independencia de que soplasen o no vientos favorables en lo económico.
Aceptada esta premisa, también es lógico pensar que el más que presumible recorte de Cultura –que tampoco es nuevo, porque ya se había iniciado en la anterior legislatura–, debería repartir sus migajas por todas las dependencias de la citada consejería, pero con mayor dramatismo y, probablemente, sin la necesaria medida de proporcionalidad. En este sentido, la experiencia previa puede darnos alguna perspectiva de lo que nos espera: así, mientras se ha seguido manteniendo buena parte de la maquinaria propagandística, que afectaba a los programas divulgativos, editoriales, museográficos y congresuales, se minoraron paralelamente las partidas que debieran haberse destinado a los proyectos arqueológicos de campo, como las excavaciones, a las dotaciones para los propios equipos de investigación ya constituidos, así como las partidas necesarias para la prevención y conservación patrimoniales, que en los últimos tiempos empiezan a alcanzar una situación lamentable.
En este proceso, bajo el escaso amparo del paraguas de la crisis, las recientes elecciones andaluzas van a propiciar la constitución de un gobierno PSOE/IU, que ya parece haber pactado la composición jerárquica de la cámara parlamentaria, con el mantenimiento del presidente de la región y, probablemente, el reparto proporcional de las consejerías entre ambos partidos. En ese entorno, acostumbrados a la machacona frase de que esa doble corriente de gobierno constituye una clara opción de progreso, queda por ver si nuestros viejos y nuevos gestores serán capaces de aplicar un auténtico criterio avanzado de desarrollo a la política patrimonial.
Entre los rumores que se han deslizado, incluso aparece el nombre de nuestro notable hombre de letras, Luis García Montero, como posible Consejero de Cultura. Con independencia de una evidente afinidad a IU, nadie sería capaz hoy de negarle al futurible la alta capacidad de su pluma. ¿Pero ese carácter será suficiente para gestionar con garantías una consejería bastante más poliédrica que lo que representa el mundo de las letras? Si el nombramiento se produce, el tiempo nos dará la respuesta; mientras tanto, podemos apuntar algunas cuestiones que debieran preocuparnos, tanto si el poeta accede al ministerio autonómico, como si acabamos teniendo en el mismo cualquier otro residente de menor sustancialidad intelectual.
Desde un observatorio ajeno a la alta gestión pública andaluza, no resulta tan descabellado el nombramiento de un representante de la coalición de izquierdas para Cultura, simplemente considerando que en los treinta años de poder andaluz del PSOE, ni siquiera un eminente representante de este partido ha pasado por la dirección de esa consejería, demostrando lo que antes dijimos del desinterés que ésta siempre ha venido despertando; junto al hecho, más relevante, de que siempre se trató de un departamento menor en lo que respecta a dotación económica y, por tanto, incapacitado para despertar excesivos alicientes personales entre los políticos de mayor proyección. El pacto entre los dos partidos que nos gobernarán ha debido generar ciertas fricciones, respecto de la importancia del reparto de los cargos para cada uno de los grupos, ya que tampoco Cultura debiera materializar ningún objetivo excesivamente ambicionable. Pero, también es verdad, que IU siempre ha tenido un apoyo importante de cierta intelectualidad, a la que no le ha sido ajena la preocupación cultural institucional.
El problema que plantean las actuales circunstancias al posible binomio Cultura-IU es fundamentalmente el económico, pese a que esta coalición siempre haya demandado un esfuerzo en el gasto público, en aras de no devaluar el ‘mítico’ horizonte del estado del bienestar. En este sentido, las ansiadas aportaciones dinerarias probablemente cubrirían –de producirse– consejerías con mayor consideración productiva; pero, el hecho es que no hay dinero y lo normal es que, incluso en los habituales sectores generadores de empleo y crecimiento económico, tendrán que hacerse recortes para prevenir que el desvío sobre el déficit no se materialice e impedir la posible intervención de las cuentas autonómicas por parte de Madrid.
La situación, de no estar muy descaminados, dejará a Cultura en una desasistencia que imposibilitará garantizar siquiera la satisfacción de las mínimas exigencias que demanda el mantenimiento rutinario de nuestros bienes culturales. Y parece que no estamos muy desacertados si comprobamos los datos publicados sobre el acuerdo político entre las dos fuerzas parlamentarias, en el que las cuestiones culturales están prácticamente ausentes. Así, en el documento al que se puede tener acceso en alguna de las webs de esos partidos (por ejemplo, http://www.iuandalucia.org/pre-acuerdo-programatico-iu-lv-ca-psoe), la cultura solo se señala en los seis siguientes puntos:
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Acuerdo por Andalucía: PSOE Andalucía / IULV-CA (aspectos culturales)
1) Promoveremos el acceso democrático, igual y libre de toda la ciudadanía a la cultura, haciendo de ella un factor de calidad de vida y de integración social e impulsando la participación social en su gestión.
2) Concertación con entidades públicas y privadas de sistema de becas para apoyar la promoción y formación de jóvenes creadores.
3) Creación de un catálogo público de libre acceso de servicios culturales.
4) Iniciar los trabajos para la redacción, con la participación de los agentes implicados, del Libro Blanco del Flamenco que contemple medidas para la recuperación de los festivales, el apoyo conjunto de los sectores profesionales y el fomento de las actividad de las Peñas Flamencas.
5) En el marco de los convenios permanentes para la gobernanza de las instituciones del patrimonio histórico de titularidad estatal y de gestión autonómica, pediremos colaboración activa para concluir el plan de actuación para las infraestructuras, los equipamientos y las colecciones.
6) Dotar a la Policía en Andalucía de los medios humanos suficientes para lograr atender a los problemas de los menores, el absentismo escolar, el patrimonio histórico y cultural, contra las infracciones a la ordenación del territorio y el medio ambiente, en las zonas menos articuladas de nuestras ciudades, en políticas efectivas de igualdad y contra la violencia de género.
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En esas escasas propuestas lo que más llama la atención es el hecho de que se pretenda ampliar la participación social en la gestión cultural, cuando hasta ahora hemos estado habituados a una excesiva politización de los propios gestores culturales, incluso hasta un punto superior –a veces – al de los simples puestos intermedios de su organización administrativa. Es difícil advertir una solución razonable para esa extensiva participación cultural, a menos que lo que se pretenda sea ampliar la politización de la gestión, repartiendo entre los partidos gobernantes más cargos del organigrama y presentarlos, cual reflejo de sus votantes, como un sistema más democrático, representativo y de mayor espectro social. Aunque desde aquí pensamos que una escalada en esa posible politización se verá acompañada proporcionalmente de la disminución de la profesionalización gestora, que es precisamente lo que tendría que defenderse denodadamente.
Indudablemente tampoco se habla nada de financiación, por lo que no cabe ser demasiado optimista con una mejora de la situación que ya conocemos, pero ni tan siquiera para permitirnos poder mantenernos en un nivel semejante de gasto. En definitiva, tan limitada preocupación por la cultura andaluza no promete una legislatura muy esperanzadora, en lo que respecta a los bienes culturales y a la arqueología.
Es razonable preguntarse, entonces, sobre el margen de maniobra que le quedaría a la nueva dirección cultural andaluza. Y, si se produjese el nombramiento institucional que apuntábamos al principio, ¿sería capaz una personalidad como García Montero de desviar positivamente el sesgo fatal que puede atenazar a ‘su’ posible consejería? Mucho nos tememos que no, porque aunque ganásemos en la calidad de los discursos oficiales en los que el poeta interviniese directamente, poco o nada mejoraríamos en los aspectos patrimoniales que a este blog interesan. Pero, es probable que eso sea lo único que se esté buscando, exponer una llamativa pantalla con la que ocultar las notorias deficiencias que habrán de afrontarse durante los próximos cuatro años. Con otras palabras, muchos Juegos Florales pero poca arqueología, menos restauración patrimonial y nulo incremento de la profesionalización en la gestión de la cultura de todos. Un cuatrienio, muy probablemente, perdido.
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