No suelo airear los reconocimientos propios. Pero, dadas las circunstancias del caso, voy a hacerlo en esta ocasión y, espero, que no sirva de precedente.
Sabido es que mis aportaciones sobre el patrimonio arqueológico de Osuna han venido desarrollándose en un tono discursivo, en el que siempre ha estado presente la crítica consciente a la dejadez institucional por el pésimo o nulo cuidado de los vestigios históricos más antiguos de la Osuna romana, prerromana y prehistórica, Tanto es así, que resultará fácil su comprobación, si se releen algunas de las entradas anteriores que he dedicado al yacimiento sevillano en este mismo blog.
La consecuencia venía siendo una relación no todo lo amigable que debiera con los responsables autonómicos andaluces y con la corporación local, que eran quienes más directamente recibían mis diatribas, siempre que tenía ocasión de evidenciar un nuevo caso de abandono patrimonial, dejadez en el cuidado debido o permisividad en la presión urbana sobre los espacios del BIC en la localidad sevillana. Pero, jamás existíó una ruptura de facto, porque paralelamente nunca rechacé colaborar en iniciativas municipales que desarrollaran aspectos culturales de la naturaleza que tratamos.
Por otro lado, al Ayuntamiento no le interesaba mantener la imagen que Osuna había alcanzado en el pasado siglo, como uno de los centros más activos de la arqueología clandestina y del comercio ilegal de antigüedades, por lo que inició el apoyo a proyectos de difusión de arqueología e historia antigua local de carácter más general (González, 1989), o algo más particular (Chaves, 2002), en algunos de los cuales tuve una intervención directa (Engel y Paris, 1999; Pachón, 2002); al margen de la normalización de la arqueología urbana en el municipio, que había venido de manos de la aplicación de la nueva ley de patrimonio histórico andaluz (LPHA), desde la década de los ochenta.
En la misma línea, una de las secciones culturales locales en las que el Ayuntamiento ejerce su patronago, el Patronato de Arte, así como su expresión editorial periódica, los Cuadernos de los Amigos de los Museos, empezaron igualmente a cuidar y promover estudios específicos sobre patrimonio arqueológico local, de los que debemos destacar nuestro análisis de Las Cuevas (Pachón y Ruiz Cecilia, 2006) y la publicación colectiva sobre el album fotográfico de Pierre Paris (Ruiz Cecilia y Moret, eds. 2009), en el que también intervinimos. Todo, por no hablar del variado muestrario de artículos más especializados que hemos ido incuyendo en sucesivos números de aquellos Cuadernos. En casi todos estos trabajos no faltan afirmaciones reivindicativas contra una labor poco esforzada de las autoridades locales, ante un patrimonio arqueológico que siempre nos ha parecido excesivamente abandonado y falto del necesario cuidado y prevención institucional.
Ante este panorama, que el Ayuntamiento de Osuna haya decidido dedicarme uno de sus premios 28 F, en su VIII edición, no ha dejado de sorprenderme. Más que mis méritos, si es que los hay, quisiera creer que algo ha cambiado en la actitud de una corporación municipal que, pese a los sinsabores que he podido provocarle, concede esta distinción a un conocido outsider, en lo que quiero pensar se trata del verdadero deseo de superar posiciones enfrentadas y buscar caminos únicos de encuentro que garanticen lo único que debe movernos a todos: la recuperación del patrimonio común.
Para acabar, me gustaría trasladar las palabras que pronuncié en el acto de recepción del galardón, agradeciendo la generosidad del Ayuntamiento y mostrando mi particular posición en esta relación de amor-odio con la arqueología de Osuna y de sus responsables patrimoniales:
Desde hace unos días, cuando la Excelentísima alcaldesa de Osuna me comunicó amablemente la concesión de esta distinción, he estado debatiéndome en un mar de pensamientos encontrados. Lo que no impide que empiece expresando mi más profundo agradecimiento hacia la actual corporación municipal por el honor que me hacen con este galardón.
En segundo lugar, quisiera permitirme dedicar este reconocimiento a una persona de la que ya nadie se acuerda: mi padre Juan Pachón Cordero, antiguo empleado del Ayuntamiento, colaborador de Radio Juventud de Osuna y de la revista de feria, poeta y orador notable, cuya muy lejana desaparición imposibilita que hoy pueda disfrutar de estos momentos con nosotros, pero sin cuya pérdida difícilmente podría yo ahora estar con ustedes. Mi vida hubiera sido seguramente otra.
Aludiendo ya a mi persona, aún a riesgo de no ser objetivo, si algo represento es ser uno más del reducido grupo de extravagantes estudiosos que venimos fijando nuestra atención en cuestiones que, para la gran mayoría, no pasan de ser ruinosos y polvorientos restos de un pasado que ahí está, estorbando las más de las veces y, en Osuna, además, ocupando un espacio exageradamente amplio.
Y todo, cuando la mayoría de nuestros paisanos parecen haber estado empeñados en los últimos siglos en ocultar esos restos, desdibujarlos y hacerlos desaparecer en una sistemática e iletrada práctica que llegó a convertir a Osuna en uno de los centros más activos del furtivismo y del abandono de la arqueología patrimonial.
En contra, esa minoría de la que he venido formando parte, ha empeñado sus fuerzas en hacer visible un pasado histórico-artístico, arqueológico y patrimonial muy poco evidente, en muchos casos fantasmal y casi siempre invisible a cualquier mirada poco avezada. Así, un importante espacio de mi tiempo lo he dedicado a esos vestigios, insistiendo excesivamente en la necesidad de su estudio, valorización, recuperación y salvaguarda. Un trabajo arduo, que no quiero destacar aquí a modo de hercúleo esfuerzo sobrehumano, porque si algo de esto ha podido haber, siempre he contado con la importante colaboración encontrada en otros ursaonenes que, aún a riesgo de olvidar a alguno de ellos, quisiera recordar aquí a José Ildefonso Ruiz Cecilia, Lorenzo Cascajosa o al mismo Francisco Ledesma.
Pero ese trabajo también ha coincidido con la dolorosa comprobación de la impenitente cerrazón de todo tipo de administraciones que parecían no querer abandonar aquella posición de ciegas miradas hacia el pasado común.
El resultado ha sido una confrontación con tintes agridulces, en la que sí es obligado agradecer que el Ayuntamiento de Osuna colaborara en la edición de algunos de mis estudios como el de Las Cuevas o el del facsímil razonado de la excavación francesa de inicios del siglo pasado. Como así ocurriera con la publicación del excelente vídeo sobre Las Cuevas, que fue una especie de prolongación gráfica del libro que hicimos sobre Las Cuevas con el propio José Ildefonso. Pero también se echa en falta una más intensa intervención en la recuperación de las estructuras arqueológicas que aún subsisten en el yacimiento y que nunca han tenido el necesario empuje económico en los presupuestos del Estado, de nuestra Autonomía o del Ayuntamiento.
No pretendo polemizar, no es el momento, ni desanimar a los representantes locales que hoy nos acompañan, porque frente a lo que ocurría no hace tanto tiempo, hoy mucho se está haciendo desde el Ayuntamiento. Y me consta el importante esfuerzo que canaliza por revertir la situación de monumentos que algunos dábamos por perdidos como el teatro romano, incluso de otros desconocidos, como la muralla que rodea la Rehoya a lo largo de la calle Caldenegro.
El patrimonio arqueológico de la antigua Osuna es tan inmenso, que a los ojos de un apasionado paisano como el que represento, todo esfuerzo siempre parecerá poco y continúa doliendo constatar el estado de Las Cuevas, del mausoleo funerario de la Vía Sacra, de la muralla Engel/Paris, de La Pileta, del recientemente localizado puente romano del Salado. En fin, ese inabarcable conjunto de nuestro patrimonio.
Mi gestión investigadora aquí, lo único que ha hecho ha sido llamar la atención sobre bastantes bienes arqueológicos de Osuna, tratando de arrojar algo de luz sobre su interpretación y recuperando parte de esa memoria patrimonial que, en muchos aspectos, se consideraba ya irremediablemente perdida.
Humildemente, si hubiese que valorar en algo mi recorrido, diría que solo he ayudado a situar de nuevo en el catálogo histórico-artístico disponible algo del patrimonio perdido y olvidado. Lo que no es poco, ni tanto, aunque siempre dejaría de tener sentido si lo que se ha destacado volviera de nuevo a ocultarse por desmemoria, o se perdiera definitivamente por inacción. Y ahora me refiero a todos, porque de todos es el patrimonio y ello responsabiliza a toda la sociedad para su cuidado y para que no repitamos viejas costumbres. En ello, nuestros representantes públicos tienen una labor ejemplar que realizar, y seguir realizando.
Las perspectivas, pese a todo, son halagüeñas. Osuna ya no es aquella reina del furtiveo del siglo pasado, la Asociación de Amigos de los Museos también mira con otros ojos a la arqueología y le asegura siempre un espacio significativo en sus Cuadernos. El Ayuntamiento mantiene y potencia un departamento de Arqueología Municipal, necesario en el marco legal vigente, pero ineludible en ciudades que, como la nuestra, cuentan con un pasado histórico tan enorme.
Creo que mi labor en este campo ha estado encaminado en esa dirección, en lucha contra la desmemoria y reivindicadora de la salvaguarda de nuestro pasado. En este único sentido, vuelvo a agradecer que nuestro insigne Ayuntamiento se acuerde de mi trayectoria y quisiera aprovechar estas palabras para seguir ofreciendo mi más sincera colaboración, si en algo puede aún ayudar mi concurso a la tarea común de recuperar el patrimonio de todos.
Objetivo en el que me consta que la corporación municipal debe estar ya profundamente comprometida. Muchas gracias.
Para acabar, me gustaría trasladar las palabras que pronuncié en el acto de recepción del galardón, agradeciendo la generosidad del Ayuntamiento y mostrando mi particular posición en esta relación de amor-odio con la arqueología de Osuna y de sus responsables patrimoniales:
Desde hace unos días, cuando la Excelentísima alcaldesa de Osuna me comunicó amablemente la concesión de esta distinción, he estado debatiéndome en un mar de pensamientos encontrados. Lo que no impide que empiece expresando mi más profundo agradecimiento hacia la actual corporación municipal por el honor que me hacen con este galardón.
En segundo lugar, quisiera permitirme dedicar este reconocimiento a una persona de la que ya nadie se acuerda: mi padre Juan Pachón Cordero, antiguo empleado del Ayuntamiento, colaborador de Radio Juventud de Osuna y de la revista de feria, poeta y orador notable, cuya muy lejana desaparición imposibilita que hoy pueda disfrutar de estos momentos con nosotros, pero sin cuya pérdida difícilmente podría yo ahora estar con ustedes. Mi vida hubiera sido seguramente otra.
Aludiendo ya a mi persona, aún a riesgo de no ser objetivo, si algo represento es ser uno más del reducido grupo de extravagantes estudiosos que venimos fijando nuestra atención en cuestiones que, para la gran mayoría, no pasan de ser ruinosos y polvorientos restos de un pasado que ahí está, estorbando las más de las veces y, en Osuna, además, ocupando un espacio exageradamente amplio.
Y todo, cuando la mayoría de nuestros paisanos parecen haber estado empeñados en los últimos siglos en ocultar esos restos, desdibujarlos y hacerlos desaparecer en una sistemática e iletrada práctica que llegó a convertir a Osuna en uno de los centros más activos del furtivismo y del abandono de la arqueología patrimonial.
En contra, esa minoría de la que he venido formando parte, ha empeñado sus fuerzas en hacer visible un pasado histórico-artístico, arqueológico y patrimonial muy poco evidente, en muchos casos fantasmal y casi siempre invisible a cualquier mirada poco avezada. Así, un importante espacio de mi tiempo lo he dedicado a esos vestigios, insistiendo excesivamente en la necesidad de su estudio, valorización, recuperación y salvaguarda. Un trabajo arduo, que no quiero destacar aquí a modo de hercúleo esfuerzo sobrehumano, porque si algo de esto ha podido haber, siempre he contado con la importante colaboración encontrada en otros ursaonenes que, aún a riesgo de olvidar a alguno de ellos, quisiera recordar aquí a José Ildefonso Ruiz Cecilia, Lorenzo Cascajosa o al mismo Francisco Ledesma.
Pero ese trabajo también ha coincidido con la dolorosa comprobación de la impenitente cerrazón de todo tipo de administraciones que parecían no querer abandonar aquella posición de ciegas miradas hacia el pasado común.
El resultado ha sido una confrontación con tintes agridulces, en la que sí es obligado agradecer que el Ayuntamiento de Osuna colaborara en la edición de algunos de mis estudios como el de Las Cuevas o el del facsímil razonado de la excavación francesa de inicios del siglo pasado. Como así ocurriera con la publicación del excelente vídeo sobre Las Cuevas, que fue una especie de prolongación gráfica del libro que hicimos sobre Las Cuevas con el propio José Ildefonso. Pero también se echa en falta una más intensa intervención en la recuperación de las estructuras arqueológicas que aún subsisten en el yacimiento y que nunca han tenido el necesario empuje económico en los presupuestos del Estado, de nuestra Autonomía o del Ayuntamiento.
No pretendo polemizar, no es el momento, ni desanimar a los representantes locales que hoy nos acompañan, porque frente a lo que ocurría no hace tanto tiempo, hoy mucho se está haciendo desde el Ayuntamiento. Y me consta el importante esfuerzo que canaliza por revertir la situación de monumentos que algunos dábamos por perdidos como el teatro romano, incluso de otros desconocidos, como la muralla que rodea la Rehoya a lo largo de la calle Caldenegro.
El patrimonio arqueológico de la antigua Osuna es tan inmenso, que a los ojos de un apasionado paisano como el que represento, todo esfuerzo siempre parecerá poco y continúa doliendo constatar el estado de Las Cuevas, del mausoleo funerario de la Vía Sacra, de la muralla Engel/Paris, de La Pileta, del recientemente localizado puente romano del Salado. En fin, ese inabarcable conjunto de nuestro patrimonio.
Mi gestión investigadora aquí, lo único que ha hecho ha sido llamar la atención sobre bastantes bienes arqueológicos de Osuna, tratando de arrojar algo de luz sobre su interpretación y recuperando parte de esa memoria patrimonial que, en muchos aspectos, se consideraba ya irremediablemente perdida.
Humildemente, si hubiese que valorar en algo mi recorrido, diría que solo he ayudado a situar de nuevo en el catálogo histórico-artístico disponible algo del patrimonio perdido y olvidado. Lo que no es poco, ni tanto, aunque siempre dejaría de tener sentido si lo que se ha destacado volviera de nuevo a ocultarse por desmemoria, o se perdiera definitivamente por inacción. Y ahora me refiero a todos, porque de todos es el patrimonio y ello responsabiliza a toda la sociedad para su cuidado y para que no repitamos viejas costumbres. En ello, nuestros representantes públicos tienen una labor ejemplar que realizar, y seguir realizando.
Las perspectivas, pese a todo, son halagüeñas. Osuna ya no es aquella reina del furtiveo del siglo pasado, la Asociación de Amigos de los Museos también mira con otros ojos a la arqueología y le asegura siempre un espacio significativo en sus Cuadernos. El Ayuntamiento mantiene y potencia un departamento de Arqueología Municipal, necesario en el marco legal vigente, pero ineludible en ciudades que, como la nuestra, cuentan con un pasado histórico tan enorme.
Creo que mi labor en este campo ha estado encaminado en esa dirección, en lucha contra la desmemoria y reivindicadora de la salvaguarda de nuestro pasado. En este único sentido, vuelvo a agradecer que nuestro insigne Ayuntamiento se acuerde de mi trayectoria y quisiera aprovechar estas palabras para seguir ofreciendo mi más sincera colaboración, si en algo puede aún ayudar mi concurso a la tarea común de recuperar el patrimonio de todos.
Objetivo en el que me consta que la corporación municipal debe estar ya profundamente comprometida. Muchas gracias.
BIBLIOGRAFÍA
CHAVES TRISTÁN, F. (Ed.) (2002), Urso. A la búsqueda de su pasado. Ayuntamiento de Osuna, Escuela Unibersitaria Francisco Maldonado, Diputación Provincial y Universidad de Sevilla. Osuna.
ENGEL, A. et PARIS, P. (1999), Una fortaleza ibérica en Osuna. Excavaciones de 1903 = Une forteresse ibéricque à Osuna. Estudio preliminar, edición facsímil y traducción al español por J.A. Pachón, M. Pastor y P. Rouillard, Universidad de Granada, Ayuntamiento de Osuna y Caja General de Ahorros de Granada, Granada.
GONZÁLEZ, J. (1989), Estudios sobrre Urso. Colonia Iulia Genetiva. Alfar. Fundación Antonio María García Blanco (Excmo. Ayuntamiento de Osuna). Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sevilla.
PACHÓN ROMERO, J.A. (2002), "Modelos de asentamiento en la Osuna prerromana". Urso. A la búsqueda de su pasado. Osuna, pp. 53-98.
ENGEL, A. et PARIS, P. (1999), Una fortaleza ibérica en Osuna. Excavaciones de 1903 = Une forteresse ibéricque à Osuna. Estudio preliminar, edición facsímil y traducción al español por J.A. Pachón, M. Pastor y P. Rouillard, Universidad de Granada, Ayuntamiento de Osuna y Caja General de Ahorros de Granada, Granada.
GONZÁLEZ, J. (1989), Estudios sobrre Urso. Colonia Iulia Genetiva. Alfar. Fundación Antonio María García Blanco (Excmo. Ayuntamiento de Osuna). Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Sevilla.
PACHÓN ROMERO, J.A. (2002), "Modelos de asentamiento en la Osuna prerromana". Urso. A la búsqueda de su pasado. Osuna, pp. 53-98.
PACHÓN ROMERO, J.A. y RUIZ CECILIA, J.I. (2006), Las Cuevas de Osuna. Historia histórico-arqueológica de una necrópolis rupestre de la Antigüedad. Patronato de Arte. Osuna.
RUIZ CECILIA, J.I. y MORET, P. (Eds.) (2009), Osuna retratada. Memoria fotográfica de la Misión Arqueológica Francesa de 1903. Patronato de Arte. Biblioteca de los Amigos de los Museos, Osuna.
Enhorabuena Juan Antonio. Merecido reconocimiento.
ResponderEliminarGracias. Si algo me agrada de este premio es que viene de un Ayuntamiento al que no le he aligerado ninguna crítica.
ResponderEliminar