martes, 3 de mayo de 2022

ALGUNAS PUNTUALIZACIONES SOBRE LA NUEVA NECRÓPOLIS DE OSUNA SEVILLA

 

1. Una de las estructuras funerarias exhumadas en Osuna que se excavaron en la roca.

SOBRE EL ARQUEOLÓGICO Y TRASCENDENTAL HALLAZGO FUNERARIO DE OSUNA

Juan A. Pachón Romero


    Las incesantes publicaciones en las redes sociales y en las noticia periodísticas que han inundado los portales informativos de nuestro país, así como algunos del extranjero (https://www.theguardian.com/world/2022/apr/26/unprecedented-phoenician-necropolis-osuna-spain), en el último mes de abril, han anunciado el espectacular descubrimiento en Osuna de una fantástica necrópolis inédita, sorprendente y no se cuantos más epítetos rimbombantes; sirviendo al menos para convertir la villa sevillana en centro de atención del patrimonio arqueológico y para destacar su importancia y trascendencia en los procesos históricos que afectaron al centro de Andalucía en un cierto momento del desarrollo del primer milenio a.C.

Pero, al mismo tiempo, tanta expectación se ha producido mucho antes de que se den por concluidas las actuaciones científicas que en el yacimiento se están realizando, así como sin poder conocerse las conclusiones acomodadas a razón que sus propios excavadores hayan podido alcanzar con suficiente criterio. Queremos decir que muchas de las afirmaciones que, al respecto, se han producido y se siguen exponiendo, responden más a consideraciones sobre visiones parciales, manifestaciones muy inmediatas, observaciones poco fundadas y comentarios externos a los propios investigadores del sitio, que deberían tomarse con las máximas precauciones, mientras no puedan considerarse absolutamente todos las realidades documentales quela excavación pueda poner en evidencia.

Por ello, incluso corriendo el riesgo de caer también en las debilidades de argumentación que queremos cuestionar, vamos a tratar de desmentir algunas de las más sonoras aseveraciones que lo descubierto en Osuna está provocando y ayudando a la desinformación que un BIC como el del yacimiento sevillano no debiera permitirse. Aunque valga de antemano indicar que el hallazgo tiene por sí solo, por el carácter de sus estructuras excavadas en la roca, por su peculiaridad arquitectónica y por la asociación de diferentes soluciones constructivas, un inmenso valor patrimonial. Lo que debe obligarnos a todos en su necesaria conservación, restauración, puesta en valor y anulación de una obra pública que parecía destinada expresamente al sitio del  hallazgo. Pero que, ahora, deberá buscar otra localización alternativa donde no exista fricción alguna con el BIC de Osuna ni con sus importantes vestigios patrimoniales.

1. NO SE TRATA DE UNA NECRÓPOLIS FENICIA SIN PRECEDENTES

(https://www.eldebate.com/cultura/arte/20220427/hallazgo-precedentes-necropolis-fenicia-osuna.html)

2. Estructuras funerarias rupestres de Osuna, semejantes a las últimas investigadas en el yacimiento. Corresponden con las excavaciones francesas de 1903 (arriba, izda.) y con las de R. Corzo en 1973. Todas en el garrotal de Postigo.

    La discusión de este punto requeriría abrir un debate conceptual sobre lo que podemos llamar fenicio en el interior de Andalucía. Dejemos bien sentado que lo claramente semita, en este ámbito geográfico, deberíamos reducirlo a determinados objetos importados que pudieron acabar en los ajuares domésticos o funerarios de las poblaciones autóctonas, amén de ciertas construcciones que pudieron copiar un patrón alóctono de raigambre fenicia. Pero, afirmaciones tan desafortunadas como la catalogación de necrópolis fenicia, redundaría en la aceptación de la presencia de población extranjera de ese origen en las zonas interiores de la Península, como no se ha podido comprobar más allá de los ámbitos geográficos costeros mediterráneos y sur-atlánticos peninsulares. Sería más apropiado, desde nuestro punto de vista, hablar de fenómenos orientalizantes  para las tierras del interior, donde las sociedades indígenas se vieron inmersas en procesos de aculturación, en las que las influencias fenicias orientales sí debieron estar presentes y son conocidas suficientemente. Aunque tampoco debe descartarse el uso de otros calificativos como el de Tartessos y el correspondiente etónimo de sus pobladores locales los tartesios.

Por otra parte, que una necrópolis de este tipo no tenga precedentes es otra afirmación gratuita preñada del desconocimiento que precede a quienes lo afirman, respecto de la propia arqueología de Osuna. En ella, desde las excavaciones francesas de 1903 y de Ramón Corzo de 1973 en el garrotal de Postigo, se conocen –al menos– dos tumbas excavadas en la roca con semejantes particularidades a las de las recientemente exhumadas en las inmediaciones de los depósitos municipales de agua. Tumbas asociadas a otras dos sepulturas individuales cortadas también en la roca y donde se recuperaron ajuares de marfil, alabastrones y elementos figurativos de bronce. Estaríamos pues ante similares necrópolis, si no se trata incluso de un mismo ámbito funerario, lo que corroboraría la existencia en la propia Osuna, desde más de un siglo antes, de un espacio mortuorio idéntico al ahora descubierto y que, por ello, no se trataría en absoluto de un hallazgo inédito.


2. NO ES UNA NECRÓPOLIS FENICIO-PÚNICA ÚNICA EN EL MEDITERRÁNEO

(https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-04-25/descubren-en-osuna-sevilla-una-necropolis_3413993

 (https://elespanol.com/el-cultural/historia/arqueologia/20220425/hallan-necropolis-fnicio-punica-sevilla-unica-mediterraneo/667683534_0.html)

3. Reparto de algunas de las estructuras escalonadas hipogeas como la de Osuna en el mundo fenicio-púnico del Mediterráneo Occidental (estrellas verdes). De arriba abajo y de izquierda a derecha: Osuna, Tarifa, Tharros y el Sahel tunecino.


        Nuestra negación debe aceptarse puesto que sí hay precedentes en la propia Osuna. Pero la nueva necrópolis menos podría atribuirse el mérito de ser un hallazgo único en el Mediterráneo, porque estructuras semejantes también se conocen en otros ambientes quizás púnicos del sur de la Península, concretamente en la isla tarifeña de Las Palomas. Como, igualmente, en contextos incluso fenicios, parcialmente semejantes, como ocurriría en la necrópolis Laurita de Almuñécar. Sin considerar otros paralelos que se podrían encontrar en el ámbito fenicio -púnico del resto del Mediterráneo, como en la isla de Cerdeña o en los territorios norteafricanos del Sahel tunecino.
La catalogación de fenicio o de púnico, atiende básicamente a cuestiones de adscripción cronológica; básicamente anteriores o posteriores al siglo V a.C., diferenciando entre un periodo previo, donde las directrices de los fenómenos de colonización y aculturación respondían al empuje de las actividades ultramarinas de los fenicios de la costa  sirio-palestina; frente a un momento posterior, cuando la colonia fenicia de Cartago, en el centro del Mediterráneo, suplanta aquella primera hegemonía de la madre patria oriental. Indudablemente, los contextos materiales de cada momento varían en uno y otro caso, por lo que serían determinantes para la valoración temporal de los hallazgos que se acaben produciendo. Aunque, en el caso de Osuna, la muy probable destrucción antigua de los contenidos de las tumbas halladas dificultan enormemente una más adecuada apreciación histórico-cultural de las mismas.


3. NO ES UN SORPRENDENTE DESCUBRIMIENTO FENICIO-PÚNICO

4. Cerámicas de raigambre fenicia y orientalizante de Osuna. Los fragmentos numerados arriba proceden de la misma localización de la recién descubierta necrópolis. Abajo, materiales del cerro de la Quinta.

        Tampoco deberíamos estar muy de acuerdo en que se trate de un hallazgo tan sorprendente, y no solo porque ya se hayan apuntado precedentes arquitectónicos de tipo similar y carácter funerario en el mismo yacimiento. En efecto, antes de que el sitio empezara a arrojar los descubrimientos que tanta expectación vienen ahora despertando, también se conocían en este mismo lugar materiales arqueológicos de raigambre orientalizante, por lo que las actuales novedades lo único que hacen es corroborar la existencia, en idéntica localización, de contenidos y estructuras arquitectónicas más o menos contemporáneos de los que ya se habían comprobado y dados a conocer. Quizás lo único sorprendente es que se haya corroborado un espacio mortuorio, cuando hasta ahora solo se valoraba como factible la extensión por la zona de dependencias de la nova urbs, propias de la colonia romana de Osuna. Colonia que pudo haberse asentado sobre la antigua población (vetus urbs) sin solución de continuidad, explicando vestigios materiales mucho más antiguos, pero sin que cupiera esperarse entonces cementerio alguno subyacente.

Pero hay otra posibilidad que ya no puede descartarse. Que, ciertamente, la nova urbs colonial ocupase espacios vírgenes para el nuevo hábitat o para las áreas públicas de uso común que exigía la nueva administración municipal romana. En este caso, sí pudieron ocuparse antiguos reductos necropolares que nunca se habían empleado hasta entonces para otros menesteres menos lúgubres. De hecho, este destino fúnebre podría haber encajado con la extensión hacia el sur y este de la superficie de enterramiento prerromana, como corroboraría hasta el siglo IV a.C. la presencia de alguna tumba de ese momento, detectada muy cerca del camino de las Cuevas que arranca desde el de la Farfana, a mediodía del sitio de los depósitos y de la que publicamos hace algunos años una característica pinza metálica calada de raigambre ibérica. En este caso, la distribución de todos estos ámbitos funerarios también harían desaparecer ese carácter sorpresivo que ha podido  adjudicársele a los nuevos descubrimientos.


4. NO SE CONSTRUYÓ HACE 2000 AÑOS

(https://oncenoticias.digital/ciencia/arqueologos-descubren-necropolis-en-espana-construida-hace-2-mil-anos/)

El mismo medio, donde se indica la construcción de lo descubierto hace dos mil años, incurre en la tremenda contradicción de datar también los mismos hallazgos en el siglo V-VI a.C., sin percatarse de que luego acabaría trasladando a la cabecera de su noticia aquella fecha bi-milenaria posterior. Todo, sin caer tampoco en la cuenta de que, con dos mil años de antigüedad, tan llamativos hallazgos no pudieron construirse en el mismo momento en que el periodista señala además cómo dichas construcciones se amortizaron (dejaron de usarse), ya en época romana. Es evidente que la excavación, como ocurre en otras muchas, va proporcionando diferentes fechas para los distintos momentos del proceso de construcción, uso, desarrollo y abandono de lo exhumado y que, al amparo de la noticia, ciertos periodistas recogen información tan diversa de los responsables de la excavación para luego, sin criterio ni reflexión, acabar trasladándola de cualquier manera a los titulares de sus publicaciones.


5. NO RESPONDE A UNA CIUDAD CONSTRUIDA 1.100 AÑOS ANTES DE CRISTO

                        (https://www.facebook.com/100604878434621/posts/507255271102911/)

Con esta otra afirmación se asocia la necrópolis revelada con las fechas más antiguas de la presencia fenicia en la Península, indicando además que lo descubierto, al margen de la necrópolis, es la ciudad correspondiente a ese cementerio en ese concreto momento tan antiguo. Indudablemente no puede negarse que, para tener un lugar de enterramiento de la categoría que cabe deducir de las construcciones exhumadas, tuvo que haber una ciudad de importancia, parangonable con su peculiar espacio funerario; aunque tampoco nada indique –por el contrario– que fuese ninguna nueva ciudad desconocida, ni la más antigua que pudo existir en Osuna.

Además, resulta del todo evidente que la investigación actual no ha descubierto esa posible ciudad, directa ni indirectamente, sencillamente porque solo se ha excavado una necrópolis. Cementerio cuya situación tuvo que estar claramente disociada, en lo  espacial, de las áreas de habitación correspondientes de ese momento tan antiguo. De hecho, esos núcleos habitados que no se han excavado ahora sabemos que debieron de localizarse más al suroeste (Paredones) y al sureste (Cerro de la Quinta), como ya eran conocidos previamente, mucho antes que la intervención arqueológica se produjese en la primavera de 2022.

Pero, ni siquiera la nueva necrópolis, aunque fuese exactamente del 1.100 a.C., demostraría que su antiguo núcleo de población se originara entonces. Los datos disponibles van mucho más atrás, habiendo aportado pruebas de que  probablemente el asentamiento más antiguo de la pretérita Osuna, no coincidiría fundacionalmente con ningún momento fenicio, equivalente a esa fecha de finales del siglo XII a.C., sino que seguramente se correspondiese con una etapa bastante más antigua, plenamente prehistórica, que tendríamos que remontar sin forzamiento alguno hasta el tercer milenio a.C.

 

6. TAMPOCO ES PROBABLE QUE SEA UNA NECRÓPOLIS PÚNICA

(https://facebook.com/735356755/posts/10161433977276756/)

5. Pinzas caladas metálicas. Antiguo hallazgo funerario de las Alcaidías (nº 3), al sur de la necrópolis rupestre actual, comparada con otras ibéricas de distintas procedencias.

    En último término, ¿debe aceptarse que estemos ante una necrópolis púnica? La respuesta no es sencilla, porque lo que parece más evidente es que, en lo formal, algunas de las estructuras funerarias que se han exhumado podrían paralelizarse con ciertas tumbas del ámbito geográfico específicamente púnico de la costa atlántica peninsular (Tarifa) o mediterránea occidental (Tharros), entre otras. Pero una cosa deberían ser las similitudes tipológicas y otra las asimilaciones identitarias. Porque  no podemos estar seguros de hasta qué punto lo púnico (cartaginés) significó algo respecto de la masa social mayoritaria que habitaríaa las campiñas sevillanas a mediados del primer milenio a.C. Tampoco, si hubo un importante volumen de púnicos que nos permitiera hablar de sociedades cartaginesas en el interior de aquella Andalucía y si pudiera hablarse realmente de una población púnica estable y de importancia en el valle del Guadalquivir, que generara sus propias necrópolis.

Este tipo de asociaciones culturales en el territorio que tratamos derivan de dos presupuestos fundamentales. Uno atendería a la hipótesis de la existencia de una colonización semita de tipo agrícola en el interior de Andalucía, debida al profesor Carlos González Wagner, en la que de la ocupación del espacio por esas poblaciones foráneas se pudo pasar directamente a la concreción de hábitats fenicio-púnicos y necrópolis afines. El segundo, deriva del planteamiento del profesor José Remesal Rodríguez, quien siempre ha defendido la ausencia cultural de espacios de enterramiento entre las poblaciones autóctonas bajo-andaluzas desde el final de la prehistoria. Bajo este segundo desiderátum, se genera un claro prejuicio: cualquier necrópolis que evidencie la arqueología, como no podría ser indígena, tendría que ser necesariamente de poblaciones exógenas y desde el siglo V a.C., en adelante, púnicas necesariamente. Es decir, que aunque en la Baja Andalucía existieran importantes agrupaciones poblacionales de turdetanos, herederos vitales de los tartesios, nunca tendrían lugares específicos de enterramiento y, si se encontrara alguno, siempre tendría esa naturaleza púnica.

La tesis de González Wagner ha quedado hoy reducida a un territorio más limitado en la periferia meridional peninsular, donde la arqueología parece confirmar una relación entre el mundo autóctono y el semita más íntimo y cargado de conflitividad, pero donde pudo haber una suficiente colonización agraria como él defendía. Coincidiría con el área de extensión de la lengua  neo-púnica, que conocemos en la zona por las distintas cecas monetales con leyendas en esa escritura. Por su parte, la tesis de Remesal nos resulta más difícil de sostener: por un lado, ya son muchas las necrópolis tartésicas que en el tránsito del fin de la prehistoria al desarrollo de la Primera Edad del Hierro han sido descubiertas, desdibujando esa ausencia de cementerios que él señalaba desde el Bronce Final y en su momento más inmediato, así como extendida a tiempos turdetanos. Por otro lado, debe considerarse que las ausencias de necrópolis, más que un carácter cultural de las poblaciones bajo-andaluzas en estas épocas, podrían responder mejor a un vacío de la investigación por diversos motivos. Entre otros, por la importante destrucción de las mismas, por culpa de la profunda incidencia que en ello ha tenido la expansión de la agricultura intensiva durante el último siglo en buena parte de estas comarcas geográficas.

El hallazgo en Osuna de las pinzas caladas que recogemos en la ilustración anterior, muy emparentada con el mundo ibérico, pero procedente de un claro contexto funerario sería la mejor prueba de que realmente existieron enterramientos turdetanos. En este caso, correspondiente a una tumba probablemente del siglo IV a.C., pero que no hace sino materializar que desde un siglo antes los espacios fúnebres propios de la Turdetania fueron una realidad. Si, finalmente, la datación cronológica de la nueva necrópolis excavada en la roca se afianzara en la quinta centuria, nada impediría adjudicársela también a los deudos de los difuntos turdetanos.

Que las formas arquitectónicas remitan al horizonte púnico o incluso al previo fenicio, tendría una sencilla explicación para su presencia en Osuna. Simplemente expresarían un deseo de imitación de modelos paradigmáticos de la rica civilización semita que, desde época tartésica, habían funcionado como referentes de legitimación de las propias élites locales. Pero que debieron mantenerse también en tiempos turdetanos, precisamente donde la influencia fenicio-púnica, por las relaciones comerciales y por el contacto intercultural, había funcionado muy profundamente. Por supuesto, también allí donde la riqueza de sus usuarios pudieron permitírselo.

Granada, 2 de mayo de 2022

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