martes, 8 de noviembre de 2022

2022. EXCAVACIÓN EN MESA DE FORNES, GRANADA: UNA MIRADA DESDE EL CIELO

 

1. La Mesa de Fornes, desde el oeste, según panorámica obtenida de varias imágenes extraídas del vídeo grabado el 30 de octubre. En el extremo de la izquierda se aprecia la torre de vigilancia forestal que señala el límite meridional del asentamiento protohistórico. (Vuelo de dron realizado por A. Centeno).

En la Mesa de Fornes, por primera vez, desde mediados del pasado octubre, a partir del día 14 y durante todos los fines de semana hasta el puente festivo de Todos los Santos, se han desarrollado excavaciones arqueológicas dirigidas por el catedrático doctor don Andrés María Adroher Auroux, el concurso de un grupo de miembros de la Universidad de Granada y del Centro de Estudios de Arqueología Bastetana (CEAB), así como voluntarios de Fornes, junto al auspicio financiero del Ayuntamiento de la localidad granadina y de la Excma. Diputación Provincial. Los trabajos se han venido realizando en el viejo y conocido sitio arqueológico del que ya hemos dado abundantes referencias en otro espacio digital (https://japr5.blogspot.com/search?q=Fornes), así como en alguno de los posts incluidos en la página que en Facebook hemos creado al amparo de este acontecimiento eilustrar lo que iba sucediendo (https://www.facebook.com/groups/912610739708506/permalink/913341036302143/), junto a otras aportaciones científicas, cuyas referencias bibliográficas han sido recogidas en esas dos direcciones digitales, por lo que no vamos a tener que extendernos aquí en esos particulares.

El hecho es que los resultados obtenidos por esta primera investigación de campo han superado prácticamente todas las expectativas que se habían venido suscitando, por lo que cabe esperarse la continuidad de los trabajos en sucesivas campañas futuras y que las humildes aportaciones económicas recibidas hasta ahora puedan crecer para compensar con mayor suficiencia las muchas y obligadas necesidades que demanda un yacimiento arqueológico con las características patrimoniales tan peculiares como las que se reúnen en él.

Sin tener que desgranar en profundidad los resultados de la investigación desarrollada, que deberán esperar a la publicación oficial de los primeros análisis proyectados por la excavación, el empleo de nuevos elementos de visualización innovadores, con los que se ha podido contar, han aportado a esta investigación elementos de juicio que, de otro modo, serían más difíciles de consideración y perjudicarían la comprensión de conjunto que necesitará la explicación global del sitio. Nos referimos específicamente a las posibilidades de representación, visualización y de análisis gráfico que hoy ofrecen los vuelos de dron, aplicados a la arqueología (https://www.academia.edu/80060282/Dro-nes_in_Archaeology_State_of_the_art_and_Future_Perspectives), técnica que en esta ocasión hemos podido utilizar con determinadas variables, aprovechando las ventajas que estos pequeños artilugios ofrecen ante aviones, helicópteros, globos y satélites espaciales, al dotar a sus grabaciones de un mejor acercamiento por la menor altura con que vuelan frente a sus tradicionales competidores, tamaño reducido para esquivar obstáculos estáticos, sin olvidar su enorme maniobrabilidad de acción, en lo que tampoco tendrían ninguna posible competencia.

2. Vista aérea, ligeramente oblicua, de Mesa de Fornes desde septentrión. En ella se observan los escarpados límites naturales de tres de sus lados: este, norte y oeste, de izquierda a derecha. (Imagen obtenida del mismo vuelo anterior).

Concretamente, para esta investigación hemos podido contar con varios vuelos de dron, de los que vamos a referirnos aquí al realizado graciosamente por don Alfonso Centeno Gómez, de cuyo resultado videográfico hemos acabado extrayendo todas las imágenes con que hemos podido ilustrar este trabajo. El interés de los mismos se centra fundamentalmente en que aportan perspectivas visuales imposibles de alcanzar por otros métodos tradicionales del registro gráfico aéreo, facilitando múltiples tareas de interpretación. Por ello, en esta ocasión nos apoyaremos solo en algunas de esas representaciones gráficas para asomarnos someramente a los avances que en estos días se han obtenido, a partir de estas primeras excavaciones realizadas en la Mesa de Fornes.

El lugar donde se han desarrollado los trabajos ocupa una parte bastante limitada de la muy amplia meseta, de alrededor de 3,5 km. de longitud (fig. 1). Realmente, lo arqueológico está reducido ‒por lo que conocemos‒ a su extremo septentrional, ocupando una extensión lineal de aproximadamente 310 m. de largo. Todo, para poder disfrutar de un ensanchamiento en dicha parte del altozano de hasta unos 224 m. de anchura máxima, que fue utilizado como espacio de habitación y de producción económica, también estratégico, más ajustado, pero más fácilmente defendible por la particular constitución topográfica de esa parte del terreno, que venía facilitada por estar provista de un límite perimetral muy marcado con cantiles irregulares, casi verticales, por tres de sus lados: oeste, norte y este (fig. 2). El único sitio accesible desde la propia meseta se sitúa en el límite sur/sureste, donde se señalaba antes de las excavaciones un bloqueo artificial, a modo de muralla de cierre, que separaba el área habitada del resto de la prolongación amesetada hacia mediodía. Aquí la anchura llega a ser un poco menos de cien metros (c. 92,5). Una configuración topográfica del sitio que dotaba al lugar de una serie de características propias, hasta el punto de haber servido para poder clasificar su especial topología dentro de la taxonomía de sitios ibéricos que Pierre Moret estudió, a partir de finales del Bronce y que, en este caso, cabría denominar con el calificativo de espolón cortado (éperon barré) que hoy le confiere su especial personalidad y ese perfil tan peculiarísimo y tan claramente reconocible.

3. Vista aérea septentrional de la muralla de Mesa de Fornes. A su izquierda, la torre de vigilancia y, casi en el extremo opuesto, el vértice geodésico 104106 (cota 1080,63 m.), a partir del mismo vuelo anterior.

Antes de los trabajos de campo que se han terminado realizando, lo que sabíamos del yacimiento era que se trataría de un asentamiento protohistórico que debió haber existido, aproximadamente, durante el proceso de cambio cultural que representó la transición entre el Bronce Final y los inicios de la Edad del Hierro. Eso, al menos, es lo que habíamos podido deducir por el estudio aislado de los materiales arqueológicos de superficie que conocíamos en la Mesa de Fornes. También habíamos convenido mayoritariamente un juicio de valor previo, que el sitio tendría que haber sido monofásico: básicamente, que tuvo una evolución vital relativamente corta y sólo comprendiendo un único momento cultural.

Junto a ello, la barrera artificial que separa el espacio habitado con el resto de la meseta donde se asienta (fig. 3), al margen de su inequívoco origen humano, queríamos considerarla una auténtica muralla; aunque el aspecto que ofrecía, antes de cualquier remoción, era el de un simple amontonamiento bastante irregular de piedras, en el que no era descartable que se hubiese producido una utilización como majano ocasional, donde los agricultores –que explotaron el sitio hasta el segundo cuarto del siglo XX– debieron acumular las piedras más sueltas que el arado tradicional descubría y levantaba al roturar periódicamente aquellas tierras.

Pero, majanos que también se habían ido acumulando, aunque en menor cantidad y volumen, en otros lugares del interior del reducto habitado, en tiempos de su utilización histórica agrícola, con posterioridad al uso como hábitat en periodos bastante más antiguos. La acumulación de piedras con la construcción subyacente alcanzaba más de cinco metros de altura, sobre la planicie mayormente pedregosa de la meseta de apoyo. Una altura demasiado elevada como para achacarla solo a una acumulación espontánea de piedra por los agricultores, sin contar con una infraestructura previa que le hubiese servido de apoyo. En suma, una chocante elevación que corta el extremo norte de la meseta de parte a parte y que, aún hoy, sigue constituyendo el relieve más eminente de estos alrededores (fig. 4).

4. Cierre murario sur de Mesa de Fornes, desde el este. A partir del vuelo de A. Centeno.

Pero eso solo representaba una deducción lógica, apoyada a lo sumo en la presencia más exclusiva de restos materiales arqueológicos dentro del espacio que la supuesta muralla aislaba en el extremo norte de la meseta. Para poder materializarla y justificarla con más fundamento habría que demostrar que ese cierre sur era en realidad una muralla, hecho que habría que comprobarlo mediante la excavación. Por eso, las tareas de campo que se han llevado a cabo se han centrado en la actuación sobre aquella posible muralla, además de dos cortes en el interior del hábitat para obtener una muestra de las posibilidades estratigráficas del yacimiento que, en función de los resultados obtenidos, se cancelarán o continuarán en sucesivas campañas de exploración. Aunque, como ya hemos dicho, la mayor atención se la ha llevado el cerramiento murario, donde se ha practicado un corte transversal (fig. 5) con el que ha podido evidenciarse hacia el lado sur la presencia parcial de la fachada de un gran muro con alzado de tendencia vertical, del que se ha descubierto un importante número de hiladas, pero con poco desarrollo longitudinal por las propias limitaciones del área excavada.

Sin ningún aparente revestimiento, ese muro se levanta con piedras calizas cortadas con no demasiada regularidad, en la mayor parte de los casos ligeramente careadas hacia un único lado, en el que se dispusieron mirando hacia mediodía, para homogeneizar el frente que quedaba a la vista de todo el que se acercara hacia el hábitat. De momento, aunque es la única fachada que se ha tenido tiempo de empezar a analizar, ha sido más que suficiente para señalar que estamos ante una construcción de suficientes características que cuadrarían con lo que, para estos momentos iniciales del primer milenio a. C., sería posible considerar como una auténtica muralla.

Como las hiladas más superficiales prácticamente han empezado a detectarse en las primeras capas de tierra que se han levantado, es probable que en los sectores mejor conservados su altura se acerque a los más de cinco metros de acumulación que se han medido en el amontonamiento que hoy cubre la totalidad de sus restos a lo largo de toda la muralla (fig. 5). Es una convicción que alienta el interés que debe mover las siguientes campañas de investigación en el yacimiento, contando con que la muestra analizada del yacimiento es significativamente escasa. Así, en el caso de la muralla, solo se habría explorado en torno al 16,7 % de su superficie, pero sin contabilizar en ello que no se haya registrado toda la potencia estratigráfica acumulada en el área intervenida. Un porcentaje aún más insignificante si hiciéramos el cálculo respecto de toda la superficie de la Mesa, además de la muralla, por lo que gran parte de lo que representa el sitio arqueológico está por investigar.

5. Localización del corte transversal sobre la muralla. Vista cenital, a partir del vuelo citado.

Si la constatación de la muralla representa, en sí misma, el gran éxito de esta primera campaña de excavación, debe tenerse en cuenta que su hallazgo no ha sido un hecho aislado, sino que su aparición ha venido a complementarse con un refuerzo exterior, a modo de torre cuadrangular o rectangular, que se adosó al eje central de la defensa muraria (fig. 6). Las interpretaciones de esta segunda estructura están a la espera de la continuación de la investigación in situ, pero se tienen algunas certezas que pueden avanzarse, como el tipo de articulación entre las dos estructuras, que no conforman una construcción única, sino dos elementos que se adosaron, sin más. También, que la fábrica de las mismas son diferentes y que, por ello, quizá deba hablarse también de dos momentos de erección diferentes, en los que sería posterior la fecha de la torre. Por desgracia, la escasez de contenidos cerámicos en la limpieza de estos dos elementos impide de momento fechar con precisión ambos componentes, salvo esa cronología relativa que al menos podemos arriesgar, respecto de cuál de ellos es más antiguo.

6. Particular del sector excavado de la muralla, durante la realización de los trabajos. Imagen a partir del vuelo de A. Centeno.

En cuestiones concretas de tecnología, la excavación ha demostrado las evidentes diferencias de ambas estructuras, mucho más cuidado el muro principal frente a un levantamiento grosero de la torre exhumada, falto de la más mínima preparación de los bloques utilizados en el paramento exterior y la gran duda de si existió realmente otro paramento por la cara interior. La situación actual de la excavación en este sector parece inclinarse más por la lectura de que se trató de una torre macizada en la que solo era necesario un recubrimiento pétreo, aunque fuese irregular, en los tres lados exteriores de la construcción, pero que fuera suficiente sin el trasero para contener el volumen del relleno aportado en su interior. Una falta de la más mínima dedicación constructiva de los hacedores de la torre que no solo se distancia del tratamiento dado al muro principal, sino que quizás aluda a una construcción de urgencia ante una necesidad perentoria que surgiese a los habitantes del recinto.

En este sentido, hasta que no conozcamos el resto de la construcción, no podríamos afirmar categóricamente que se trate de una torre aislada o si responde a un programa edilicio más completo, con más elementos torreados, que afectó a todo el desarrollo exterior y longitudinal de la más que aparente construcción defensiva, como pudiera deducirse de los amontonamientos pétreos que hoy se observan de tramo en tramo hasta el extremo más oriental de la muralla. Sin constatar fehacientemente este hecho, tampoco sabemos si todas las posibles torres que pudieron haber existido respondieron en su aparición a alguna contingencia ocasional que exigiera un refuerzo rápido del muro original, lo que haría que todas ellas acabaran presentando una técnica constructiva semejante a la descubierta. Incluso si las posibles urgencias edificatorias de la torre analizada fueron una solución concreta a problemas estructurales localizados exclusivamente en esta parte. Está por ver.

Otra cuestión es si la propia muralla y el añadido de sus torres expresan arquitectónicamente una situación de tensión entre vecinos poco amigables, si esa situación de conflicto fue permanente durante toda la vida del hábitat de Mesa de Fornes o, en cambio, se suscitó a partir de un determinado momento de su trayectoria vital. Es probable que la propia actividad económica desarrollada, en la que no se descarta la existencia de importantes transacciones comerciales, exigiera un cercado con el que salvaguardar los productos almacenados y garantizar la recepción de los mismos y la regular distribución de bienes a los mercados receptores, sin presencia de relaciones de desafección ante ajenos en ciertos momentos, al menos.


Los resultados obtenidos en esta primera campaña de excavación abre apasionantes expectativas interpretativas en torno a múltiples preguntas, pero lo reducido de la muestra explorada añade incógnitas que aún no se han resuelto y tendrán que esperar a la continuación de los trabajos. Cuestiones como la importancia del factor indígena frente al foráneo fenicio, las circunstancias de la fundación del sitio, los periodos de desarrollo existentes, el grado y calidad de las relaciones con las poblaciones fenicias, la arquitectura doméstica y productiva existentes, dónde y de qué modo se enterraron sus habitantes, si hubo una artesanía y de qué tipo en la Mesa. Muy variadas incógnitas que no empañan los resultados de esta primera toma de contacto con la arqueología del lugar, sino que habrán de servir de acicate para impulsar la investigación de un yacimiento que puede convertirse en referencia patrimonial de esta comarca en el suroeste de la provincia de Granada y del municipio de Fornes, particularmente, porque en él es donde se sitúa.

Un futuro patrimonial de referencia para una muralla inédita y prácticamente exclusiva en la geografía granadina, pero condicionado a que puedan completarse los estudios arqueológicos previos en los próximos años. Una vez realizados, incluso suficientemente avanzados, se darán las condiciones para poner en valor una imponente estructura arquitectónica de indudable potencial para el desarrollo de la oferta cultural y turística de la comarca. Por ahora, solo se ha empezado a dar el primer paso.

El extraordinario esfuerzo realizado por el Ayuntamiento de Fornes, no solo con su apoyo financiero y dinamizador con los voluntarios, sino por el entusiasmo demostrado desde los primeros momentos, cuando aún se programaba la intervención arqueológica, es digna de encomio. Empezando por la primera edil, su alcaldesa Dª Ana Belén Fernández Navas que ha entendido el trascendental interés que para su municipio tiene este nuevo monumento patrimonial que se ha descubierto. Su ejemplo será imprescindible para futuras acciones protectoras del yacimiento, como impulsar su declaración BIC, avanzar en la adquisición del sitio o ampliar sine die la cesión del espacio a proteger para una gestión más directa del mismo por quienes deben y podrían hacerlo, el conjunto de los vecinos de esta pequeña localidad meridional del Poniente de Granada.

Noviembre de 2022